Se busca héroe nacional; razón: Grupo Parlamentario Socialista

Por Alfonso Merlos, Presidente del Grupo "El Mundo Financiero"

Todo sería mucho más fácil si primase, no sólo en el socialismo sino en cualquier corriente ideológica en España el pensamiento crítico. No digamos ya en cada partido político. No la total -algo que sería sin duda quimérico y podría desembocar en anarquía-, pero sí cierta autonomía e independencia, especialmente ante cuestiones en las que una sociedad entera, un país entero, se la juega. Pero no es así. Ni lo será. Casi de milagro podría tildarse el hecho de que en la sesión de investidura al autócrata, uno sólo de los diputados del Grupo Parlamentario Socialista se posicionase contra la quiebra del Estado de Derecho y de la separación de poderes, contra el asesinato a cámara lenta que está pretendiendo hacer avanzar y consumar el hoy presidente en funciones Sánchez.

Nadie duda de que ese individuo se convertiría ‘de facto’, y por méritos sobradamente obvios, en héroe indisputado. Haría cambiar el rumbo de una nación, lo alejaría siquiera momentáneamente de una deriva impuesta por quienes buscan, literalmente, estrellar España contra las rocas, desguazarla.

Una de las desgracias mayores que hoy fustigan la política en Occidente, también en nuestras latitudes y nuestras instituciones, es la presencia odiosa de ‘brazos de madera’: sujetos que participan poco o nada en la actividad y el funcionamiento de la organización a la que se supone que están obligados a contribuir; individuos que muy por el contrario votan, como simples marionetas, al dictado completo de quien les ha garantizado la poltrona o en este caso el escaño.

No. A pesar de que las interpretaciones torticeras o directamente majaderas de los lacayos de Sánchez pretendan hacer ver que este parlamentario socialista se convertiría, en el momento, en un repugnante tránsfuga, nada de eso ocurriría. Imperaría, en sentido inverso, la cordura y el sentido común, el uso de la razón -la teórica y la práctica-, la ética de la convivencia y, en fin, se salvaguardarían todos aquellos valores asociados a la Constitución Española como marco para el entendimiento entre los españoles y no para la discordia, el conflicto y el veneno.

La esperanza es lo último que se pierde. Aquí, en una cuestión del máximo calado, ante el ‘más difícil todavía’, es casi la única agarradera a la que apelar para sortear el desastre que viene. Calendario en mano, apenas habría horas para acudir al santuario de Lourdes.