DOCTOR JOSÉ PÉREZ LLORCA: “BENIDORM, PUEBLO DE NAVEGANTES”

Durante décadas y, continúan así en la actualidad, muchos confundieron Benidorm o se quisieron confundir, hablando del pequeño “pueblo pesquero” que fue, cuando el pequeño pueblo que era antaño, hasta bien entrada la última centuria, no tuvo puerto y las embarcaciones que salían a la mar eran principalmente para el consumo local. Benidorm siempre fue un pueblo de capitanes y marinos mercantes, técnicos en grandes navieras (¡ y muy buenos !), capitanes de almadraba y almadraberos. Así lo refleja el ilustre Catedrático de Oftalmología, de las cátedras de las Universidades de Sevilla y Cádiz, que en 1956 a ocupar la Cátedra de Oftalmología de la Universidad Complutense de Madrid, Presidente de la Sociedad Oftalmológica Nacional y quien llegó a ocupar el sillón 27 de la Real Academia Nacional de Medicina: José Pérez Llorca

1. “La contemplación del Benidorm actual, pujante, conocido como ciudad turística, llena de altos edificios, múltiples hoteles, periódicamente poblada de gentes venidas de diversos continentes, nos trae el recuerdo del Benidorm primor, singular que nunca en este siglo fue la pequeña villa de pescadores, como ciertos cronistas nos lo han querido presentar. No hay incompatibilidades entre los dos sentimientos que un hijo de esta villa entrado ya en los ochenta y cuatro años, experimenta ante la visión de lo de hoy: mayor población, mayor riqueza, mucho mejor nivel de vida de sus habitantes; el cambio de costumbres que forzosamente trae el trato con gentes de otras latitudes. Todo ello produce satisfacción, por la importancia y la forma que hoy tiene el pueblo, al que la siempre y con razón le llaman la ciudad de Benidorm. Satisfacción por el esfuerzo de los que podríamos llamar aborígenes, los benidormíes de las dos primeras décadas de siglo (XX), y el de los que luego fueron viniendo y radicándose en él, pues el mérito por lo logrado es repartido a partes iguales. Ya he dicho que la gozosa contemplación de lo actual, es perfectamente compatible con la añoranza de lo que fue”.

A lo que se refiere el Dr. José Pérez Llorca es que a que durante décadas y, continúan así en la actualidad, muchos confundieron o se quisieron confundir hablando del pequeño “pueblo pesquero” que fue Benidorm, cuando Benidorm hasta principios del siglo XX no tuvo puerto y las embarcaciones que salían a la mar eran principalmente para el consumo local. Benidorm siempre fue un pueblo de capitanes y marinos mercantes, técnicos en grandes navieras (¡ y muy buenos !), capitanes de almadraba y almadraberos.

Y así lo deja reflejado:

“ Bertomeu Pérez Llorca mandó barcos de Ybarra y también obtuvo una plaza de Práctico en el Puerto de Alicante. Aunque no en las primeras décadas, Paco Pérez Llorca mandó el “Dominé”; su hermano mayor fue Jefe de Máquinas de varios barcos; pasé parte de mi infancia al lado de Manuel. Tampoco de esas décadas fue Jaime Zaragoza Esquembre, pero quiero citarlo, pues me parece que fue el único marino mercante que pasó a la Armada, llegando a ser Capitán de Fragata”.

“Retornando a las primeras décadas, cada capitán a arrastraba tras de sí un número de nativos para los más diversos empleos del barco; como muchos de esos barcos hacían escala en Barcelona, era un reguero de familias que bien por vía marítima o bien por tren iban a la ciudad Condal. Había también un Jefe de Máquinas como Vicente Pérez y Pérez que fue, tras su retirada, alcalde de Benidorm, y al que conocíamos como Jefe de Máquinas en el “Romeu” y en el “Escolano”, a la sazón dos de los mejores barcos de la Transmediterránea, en Las Palmas (eso sería 1925); allí estaba yo como Capitán Médico en el cañonero “Bonifaz”. Otro Jefe de Máquinas también de Benidorm fue Antonio Pérez Lloréns, que hablaba en andaluz, pues se casó con una gaditana, ambos terminaron sus vidas en Benidorm, ya que pertenecía a una familia muy arraigada al mar. Su hermano Ginés fue el primer Oficial de la Trasatlántica y algún tiempo Inspector de la misma en Cádiz y, su otro hermano Juan, Primer Mayordomo, un hombre con una gran simpatía”.

“Pueblo eminentemente navegante”

“Como lo enumerado es más que suficiente, puedo definir al pueblo como eminentemente navegante; un pueblo navegante; un pueblo navegante es siempre un pueblo culto y eso se notaba en las tertulias del casino. Por aquel entonces Benidorm era muy poco conocido, pero la gente de Benidorm hablaba de Singapur, de Yokohama, de Montevideo, etc, como de cosas conocidas, y traían recuerdos y telas de las partes que frecuentaron, el número de hijos de Benidorm criados en la mar es considerable, en cada catástrofe marítima de un barco español había un muerto de Benidorm; fue muy justa la medida de erigir un monumento a los muertos en la mar en su memoria. También hay gente que eligió la carrera militar, como el caso de Santiago Lanuza que llegó al cargo de Teniente Coronel.

La Almadraba y los almadraberos

Otro de los apartados más importantes de la historia de Benidorm es el ancestral Arte de la Almadraba, sus capitanes y los ilustres benidormís que en las mismas trabajaban en distintos sectores y cuyos nombres son ya historia de las Almadrabas Españolas. José Pérez Llorca, nativo de Benidorm no podía, por tanto, dedicarle en su escrito un amplio espacio a este tema.

“Zahara de los Atunes, ya citado por Cervantes, Barbate, Torre Atalaya y el Puerco en Conil, Santi Petri en la Punta de la Isla, Torre Gorda en la misma Playa de Cádiz, con una bonita fábrica que fue la primera en instalar una nave de congelación que creo no llegó a utilizarse. Todas estas almadrabas estaban caladas por hijos de Benidorm; tenemos la excepción de Rota, que la mandaba un rotero, el señor Zamorana. En Huelva también eran caladas por benidormís. Hoy en día sólo quedan unas pocas almadrabas y entre ellas la de Barbate, Calada por un hijo de Benidorm, Vicente Zaragoza Casamayor, hijo de otro almadrabero de la época anterior a la crisis. Yo no sé el origen de esa casi total presencia de capitanes de Benidorm en las grandes almadrabas del Golfo de Cádiz y posteriormente en las que se instalaron en la costa de Marruecos. Debo citar la almadraba de Ceuta, que en las décadas a las que yo me refiero fue durante muchos años calada por Miguel Bayona, al que yo conocí, así como a toda su familia, y fui amigo de su hijo Miguel, que murió muy jove”.

“Mi amigo y compañero el Almirante Julio Guillén Tato, tan conocido en el pueblo, en donde creo que llegó a desempeñar funciones de asesoramiento urbanístico y que fue, como piloto de dirigibles, Campeón de la Copa Gordon Benes de vuelo en globo y diseñador de la réplica de la carabela “Santa María”, que se construyó en el muelle de San Telmo de Sevilla, me dijo en más de una ocasión que en Benidorm había existido una escuela de pesca de almadraba y con los arráeces, que así monopolizan la calazón de las mismas. Yo no sé si esa escuela en su más estricto sentido de la palabra existió en Benidorm, pero maestros hubo. Yo podría nombrar y una cantidad innumerable de grandes maestros de la escuela almadrabera, como, por ejemplo, Pere “el Bou”, Jacinto Vaello (padre) y Vicente Pérez, que introdujeron modificaciones en el arte almadrabero y enseñaron esta difícil manera de pescar con almadraba de buche a sus parientes y amigos”.

“En revista que yo pasé a las viejas almadrabas, no cito a todos los almadraberos. Por un lado, los que quedan ya son viejos, no pueden soñar en embarcarse en un oficio duro de ejercer y de aprender. Por otro lado, la nueva fuente de riqueza del pueblo no requiere la emigración de sus hombres. Pero antes de dejar el tema almadrabero, volviendo sobre él, no debo de dejar en el tintero a un clan familiar al que yo hubiera pertenecido de haber seguido los pasos de mi padre, el clan de la “Sal”, acaso el clan más numeroso de los almadraberos de Benidorm. Este clan, tal y como yo lo he conocido, empieza por Batiste Pérez Llorca, el tío Batiste, que fue durante muchos años Capitán de la Almadraba de Barbate. Fue un hombre de unos sentimientos fuertes, buen ahorrador y que colocó sus ahorros en tierra que luego, con la revalorización de los mismos, han servido para sus muchos herederos”.

“Me resisto, por pudor, a citar a mi padre, pero cometería una ingratitud y una falta de respeto el no recordarlo. Fue como hijo mayor y sobrino mayor de Bautista el primero de sus colaboradores, de sus discípulos sí así se quiere, era su segundo en Barbate el año en que yo nací; ese año se capturaba en Barbate 30.000 atunes, lo recuerdo luego como Capitán de Torre Gorda, Zahara de los Atunes, Barbate y Santi Petri. Después, ante sus deseos de no continuar en ese empeño, pero considerando don Serafín Romeu, que podía seguir trabajando, estuvo en la creación de la Almadrabera Marroquí y la Pesquera del Mediterráneo, que tenía la concesión de Ceuta, de grandes capturas de bonitos, al final fue nombrado Inspector de la empresa en ambas sociedades. Durante la dilatada vida de la almadraba pasaron hermanos, sobrinos e hijo, que recibieron el duro y complicado oficio. Tuvo, pues, como el tío Bautista, su escuela y promocionó a buena parte de sus colaboradores”.

¿Quién fue el Dr. José Pérez Llorca?

El Dr. José Pérez Llorca nació en Benidorm el 29 de mayo de 1902, como la mayoría de sus paisanos y siendo de la familia “La Sal”, se marchaba con sus padres Jaime y Vicenta a las tierras de Cádiz para participar en la pesca del atún en las Almadrabas. El joven José no siguió el camino de su padre y empezó sus estudios de Medicina, licenciándose por la Universidad de Cádiz en 1922 y posteriormente se doctoró por la de Sevilla en 1932.

En 1923 ingresa en el Cuerpo General de Sanidad de la Armada, donde llega a ocupar su Jefatura con rango de Almirante.

Para su prima hermana Vicenta Pérez Crespo, “el tío José, que de joven era alto y muy guapo, cursó estudios universitarios, al igual que su hermano Vicente, y no se dedicaron a oficios de la mar. Según él me contó para él la Medicina era una profesión puramente vocacional, porque siempre le había atraído”, -y afirma-, “esa inquietud y ese amor por conocer, por saber, por investigar, por buscar, me dijo que se la había inculcado el primer maestro que tuvo en Benidorm, llamado Moncho”. Por este motivo los padres de Pérez Llorca permanecieron en Cádiz: para que sus hijos acabaran la carrera.

“Era una persona muy alegre, le gustaba comer como buen valenciano que era , sobretodo, la cocina que se guisa en Benidorm, los arroces, y ya de mayor le encantaba recordar todo lo relativo a su pueblo y cantar “copletes”, la de la ‘Virgen Santa del Sufragio’ era una de sus preferidas”, -y continúa diciendo-, “era una persona tan sumamente cariñosa que entablaba rápidamente conversación con los propios pacientes; ya cuando estaba muy enfermito en el hospital acudieron a visitarlo médicos, doctores en Medicina de todas las especialidades y de todas las partes de España, muchos de renombre internacional, y me chocó (era cuando el mundo de la Medicina había dado un gran paso para la investigación a través del análisis del ADN) un día que estaba yo en el hospital también lo visitaban otros colegas, casi todos ya mayores pero de gran prestigio médico, y hablando entre ellos todos coincidieron con tío José cuando dijo: lo que nos vamos a perder.”

Y es que como Catedrático de Oftalmología el Dr. José Pérez Llorca ocupó las cátedras de las Universidades de Sevilla y Cádiz y en 1956 a obtuvo la Cátedra de Oftalmología de la Universidad Complutense de Madrid. Presidió la Sociedad Oftalmológica Nacional y suyo era el sillón 27 de la Real Academia Nacional de Medicina.

Le fue concedida la Gran Cruz del Merito Naval, la Gran Cruz de San Hermenegildo y la Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo.

Tuvo tres hijos, Jaime, Leonardo y José Pedro, siendo éste último uno de los padres de nuestra constitución. Falleció el 28 de octubre de 1996.

Escribió numerosos artículos sobre todo referentes a la retina y la tensión ocular. En cuanto a la enseñanza fue pionero en la defensa de la formación global del alumno durante toda la carrera (teoría y práctica) y así lo manifiesta en el prólogo de su libro Elementos de Oftalmología, “se impone en la enseñanza, la claridad, la concisión y la síntesis para una mejor fijación y el recuerdo de las lecciones de sus maestros”, buena prueba era el éxito de sus clases.

Además, tiene otros escritos como Comentarios y Reflexiones sobre la Universidad; Mas allá del ver y mirar: Expresar, recordar, conocer; Del cirujano romanticista al cirujano latino.

El pueblo de Benidorm y al frente su alcalde D. Pedro Zaragoza Orts, en una jornada entrañable del 9 de noviembre de 1964, le rindió un homenaje merecido al bautizar una céntrica calle con su nombre, por la que desde entonces han pasado infinidad de personas de distintas nacionalidades y lenguas.

Según su sobrino Francisco Llinares Pérez: “Visitaba muy a menudo, cuando le permitían sus obligaciones, a su Benidorm natal, recorriendo sus calles, acercándose a casa se sus familiares. Y ¡ Cómo no ! Le gustaba participar de buenos ratos de tertulia con sus amigos, ya que era persona de conversación fácil, lo que a su vez le permitía practicar su idioma materno, el valenciano, -y subraya-, “recuerdos de él tengo de mi infancia muchos como cuando con su prima hermana, mi madre, entablaba conversación ante una buena comida de estas tierras o bien recogiendo frutos de la tierra junto a mi abuelo Batiste (su tío) o dando un paseo por su Benidorm querido, aunque yo sólo escuchaba y admiraba a esa persona”.

Para su sobrino el Dr. Pérez Llorca, “la sencillez y la humildad la llevaba por bandera, prueba de ello es que en las tertulias se reunía con todo el mundo, le daba igual su condición social o como aquella carta que me manda con motivo de un escrito que le solicite para el libro de fiestas patronales de 1985, en el cual dice “Os autorizo a que hagáis con él lo que queráis, ponerlo a máquina, rechazarlo del todo o suprimáis lo que queráis”. Por cierto, el escrito titulado Semblanza y Añoranza de Benidorm es una delicia.

“Para mí y mi esposa fue una grata sorpresa y un honor que aceptara nuestra invitación de asistir a nuestro enlace siendo testigo de éste, tenía ya 84 años”, -y añade- “en aquella ocasión me comentó que era lo que quería que pusieran en su epitafio: José Pérez Llorca, marinero. Yo lo definiría como una persona sencilla y humilde con una profunda calidad humana. Para mí es un orgullo pasear desde la Plaza de la Hispanidad hasta la Alameda siguiendo las calles de mi familia: Dr. Pérez Llorca, Dr. Pérez Martorell y Carmela Martínez (mi bisabuela).