Sonia Castedo: “Me llegué a sentir rehén en mi propia ciudad”
Una década después de haber dimitido de la alcaldía de Alicante y tras haber superado un periodo de tiempo que ninguna persona debería soportar jamás, la ex alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, ha estado en los micrófonos de BOM Radio en Benidorm para ir desgranando, paso a paso y pregunta tras pregunta, un sinfín de cuestiones que han rondado por su cabeza durante los últimos, muchas veces incomprensibles, años.
Sin que todavía la haya llamado ninguno de los numerosos medios de comunicación que, por el contrario, no tuvieron ningún problema en sacrificarla a fuego lento, día a día, durante los muchos años de instrucción que se prolongaron, por obra y gracia de un Fiscal demasiado obsesionado, Sonia Castedo no guarda rencor a nadie, pero tiene claro que habrá personas, muchas, a las que nunca jamás perdonará.
En esta entrevista se repasan numerosos capítulos, tanto a nivel personal, de los hechos acontecidos, incluso del análisis final, que aclaran bastante lo que ha quedado grabado a fuego en su memoria y que, con casi total seguridad, no ponen punto y final a nada. Como mucho un punto y aparte, y en algún momento, sólo ella sabrá cuando, Sonia Castedo se pondrá a escribir sus memorias y será entonces cuando a más de uno le entre un intenso sudor frío. Lo que hicieron pasar a esta mujer, la alcaldesa más votada de la democracia en la capital alicantina, junto a su familia, no se perdona.
Su carta empieza así…
"Y una vez que la tormenta termine, no recordarás cómo lo lograste, cómo sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro de si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa si es segura: cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entró en ella. De eso se trata esta tormenta".
Se acaba de pronunciar el Tribunal Supremo, que después de casi tres años, ratifica mi absolución dictada por la Audiencia Provincial de Alicante en el bautizado como 'caso PGOU', ese que me hizo estar durante muchos, muchísimos años, en boca de todo el mundo, abriendo telediarios nacionales, acaparando portadas de periódicos y en el inicio de las escaletas de informativos radiofónicos. Siendo el tema principal de conversación no sólo en las barras de los bares, sino también en tertulias de todos los canales informativos.
Hoy, catorce años después, me siento delante del ordenador para escribir esta carta, con una sensación de impotencia terrible que nos ha acompañado (a mí y a los míos) durante todo este tiempo. Pero también escribo con la tranquilidad y serenidad que te aporta la realidad. Todo se ha acabado ya.
La vida te da alegrías y palos, casi a partes iguales. Te pone a prueba casi a diario si te dedicas a la cosa pública. Te sitúa en el centro de la diana, en el punto de mira. No importa la gestión ni los proyectos, porque se imponen (porque tienen las herramientas para ello) quienes suelen abrazar repudiables costumbres de decir que eso de ser objeto de deseo y de crítica "va en el sueldo". A ti, a tu familia, y a tu entorno más cercano, que sufren por igual llegado el momento, algo que en este país parece inevitable.
Los hay que, superados por la situación, se apartan de la vida pública cinco días para reflexionar. A mí no me lo permitieron: "Te tienes que ir, por el bien de…". ¿Por el bien de qué o de quién? ¿De quienes siempre están ahí, agazapados, a la espera del asalto al cargo? ¿Por el bien de una organización que un día te garantiza apoyo moral y de todo tipo y al siguiente se despacha con la típica frasecita autoexculpatoria de «esa señora ya no pertenece a nuestras filas?». Caso cerrado para ellos, ellas y elles.
Hoy, alguien quizás entienda esta carta como una venganza. Son muchas las personas que me han preguntado si merece la pena escribir estas líneas después de tanto tiempo, y concluyen que lo mejor era dejarlo como está, dedicándome a una nueva vida con felicidad. Vamos: dar una patada al pasado, vivir el presente y construir el futuro.
Pero quien de verdad me conoce sabe que no puedo hacer eso. No sería yo esa persona que acata sumisa una sentencia firme y se tumba a dormir. He callado durante mucho tiempo, he sufrido durante tantos años, que siento, tengo, la necesidad de escribir.