Santiago Alcarranza: “Lo de Biden es patético, pero de Trump da mucho miedo”

Empezar afirmando que el mundo se ha vuelto loco, es no decir nada nuevo. Reafirmarse en este enunciado, tampoco es contribuir a mejorarlo. Pero esa es la sensación que todos tenemos desde hace ya demasiado tiempo. Tanto, que apenas nos afecta que esto sea así.

Supongo que a quien más afecta es a los que nos dedicamos a este oficio de informar, un sector que, dicho sea de paso, tampoco es que esté viviendo su mejor momento. Nunca ha sido este un trabajo que de para hacerse tico, y en cambio siempre ha estado en el punto de mira de quienes sí se hacen sobreviviendo a su alrededor. Es algo tan curioso que nunca, en estos primeros 35 años de profesión que estoy a punto de cumplir, he conseguido explicarme. Pedro Sánchez ha fijado el 17 de Julio, nos quedan 9 noches, como el día fijado para instaurar una limpieza democrática que, según su propio criterio, decidirá quien sobrevive y quien se tiene que dedicar a recoger botellas de plástico por las playas para reciclarlas y poder llevarse algo a la boca. Lo veremos.

El motivo que conduce a esta reflexión, cada día podría haber una nueva, son los resultados ayer de las elecciones francesas, pero también lo podría ser el de las inglesas de hace cuatro días, la situación tan rocambolesca que afecta al todavía presidente de los EEUU o la deriva polarizada que amenaza al futuro de la Unión Europea. ¿Qué nos está pasando?, ¿tan diferentes somos?

No es eso lo que notamos por las calles, en las barras de los bares o en las comidas familiares y de amigos. ¿Y entonces porqué somos tan distintos cuando son los temas políticos los que se imponen en cualquier conversación? ¿No serán ellos los verdaderos responsables de que la sociedad esté tan crispada?

Ver como ha actuado el presidente Macron, insinuando a sus súbditos lo que tenían que votar por el simple hecho de que no saliera lo contrario, a pesar de que días antes es lo que la mayoría de los franceses había decidido, dice mucho…

Ver la reacción de los ingleses a favor de una opción, la laborista, después de 14 años de tories, no es más que el fiel reflejo de una sociedad hastiada de las incongruencias de sus propios gobernantes con decisiones tan estrambóticas como la salida del Brexit.

Ver a un anciano deambular sin criterio y diciendo tonterías sin coordinación alguna, y que siga siendo todavía el presidente de la nación más importante del mundo, es el resultado de la paranoia que nos invade a la mayoría. ¿Es que no hay nadie con el mínimo sentido común como para decirle a este buen hombre que haga el favor de irse a su casa a disfrutar de los años que le queden en compañía de sus nietos y sus perros? Queremos que sean las personas normales las que asuman la recepción de los mensajes que lanzan los políticos, sin darse cuenta de que son ellos los que, en general, están tan desnortados, que se hacen acreedores del más absoluto desprecio y el mayor de los pasotismos.

¿El problema?, el de siempre. Cuanto más pasemos de ellos y de la política, más felicidad para estos vividores cuyo único objetivo en la vida es ese, seguir viviendo de la sopa boba y del engaño continuado. Un engaño que están convencidos que nos creemos, sin darse cuenta de que la verdad es que pasamos de todo. No hay solución a la vista.