Santiago Alcarranza: “La situación no sería lo mismo si Netanyahu no tuviera detrás sus propios problemas”

  • “Entiendo que Israel se defienda, pero esta escalada es desproporcionada y siempre pagan los mismos”

El ataque de Irán a Israel, tras las operaciones de la aviación hebrea contra la cúpula de Hizbolá, es la prueba definitiva, para quien la necesitara, de que Teherán es el gran promotor de las agresiones contra el pueblo judío. Sin embargo, mucho han cambiado las cosas desde que se creó el Estado de Israel hasta hoy. Si en 1948, la declaración fundacional de Israel por Naciones Unidas fue respondida por un ataque masivo de una coalición árabe integrada por tropas egipcias, sirias, libanesas, jordanas, yemeníes y saudíes, en la actualidad Israel está siendo agredida por organizaciones terroristas y su gran promotor iraní. Los gobiernos del ámbito musulmán, no solo árabe, no están secundando los ataques a Israel, lo que remarca la división en el seno del islam entre la rama suní, mayoritaria, y la rama chií de la que Irán ejerce el liderazgo indiscutible, en términos religiosos, políticos y militares.

 

Tras la masacre terrorista del 7 de octubre de 2023, la comunidad internacional asiste al enésimo intento de aniquilar al Estado de Israel, que de nuevo lucha por su supervivencia. Esto no es una opinión, sino la voluntad declarada de Hamás, Hizbolá e Irán, que han demostrado con hechos lo que están dispuestos a hacer para lograr su objetivo. Israel, como democracia sujeta a los estándares occidentales, ha de ajustar sus respuestas militares al derecho humanitario. Tampoco hay duda sobre esta obligación, pero hay una premisa que le es negada a Israel por quienes solo ven los terribles efectos de la guerra en las poblaciones gazatí y libanesa: Israel tiene un derecho inalienable a defenderse frente a enemigos que aspiran a su aniquilación.