Sánchez disfruta sus últimas vacaciones pagadas por todos
Participaba este pasado martes en el programa “Estado de Alarma Televisión”. Obviamente estaban previstos los temas sobre los que trataría la tertulia. Si el objetivo era tratar la actualidad, los mismos tendrían que pivotar en torno al show de Cataluña, la movida de Zapatero y el papelón de la familia Sánchez Pérez-Castejón. La tragicómica situación que se cierne sobre la política española, antaño tan seria como la profundidad de aquellas imágenes en blanco y negro, nos ha sumergido en un episodio inesperado pero consolidado. Hoy se tratan estos temas más en los programas rosas de media tarde, que en los tradicionales. Era de esperar.
Me alegro de que José Luis Barceló, director de EDATV con casi 400.000 seguidores, haya fijado su atención en mí. Probamos suerte hace tres semanas y hasta la fecha repito. Él me da las gracias sin saber que me hace un favor. Soy de los pocos enfermos de este país a los que, no sé muy bien porqué, le sigue apasionando la política. Es verdad que mucho más aquella que se practicaba durante la transición, pero es la que hay y a ello me resigno. Eso sí, como intento poner algo de cordura entre tanto espectáculo, me lancé a contrarrestar la pretensión de mi director que, por pura lógica hacia la audiencia, pretendía dar el mayor protagonismo de la noche al diseñado espectáculo que nos inunda con la vuelta de Puigdemont a la casa de la que huyó.
Llegado mi turno de palabra pedí por favor, a sabiendas de que podía ser mi última intervención, que me dejaran hacer una retrospectiva de lo que, en mi opinión, era mucho más importante, el pleno de investidura en sí mismo. Y no porque me quite el sueño que el peor ministro de Sanidad de España vaya a ser el nuevo Molt Honarable President de la Generalitat, que no, sino porque, en ese sesudo análisis que hago a diario de los escenarios políticos, estoy convencido de que si Illa va a ser investido es porque Sánchez ha tirado la toalla definitivamente. Antes de que nadie se ilusione, no he dicho que vaya a dimitir, pero creo que conoce a ciencia cierta que su tiempo de aprobar leyes y sacar adelante proyectos está herido de muerte. Eso sí, mantendrá el cargo hasta que no le quede una gota de sangre por derramar, no tiene donde ir. Lo explico.
Decir que la firma de este pacto entre PSC y ERC es una victoria de los independentistas, es aceptar la teoría más superficial de todas, precisamente la que ellos mismos buscaban conseguir. A los de Junqueras, que no se habla con la resucitada Marta Rovira y todavía no ha dicho estar conforme con el acuerdo, no les quedaba otro remedio que firmar. Eso sí, la escenografía no ha podido ser mejor y en ese aspecto chapeau. Pero rasquemos un poco. El tiempo se acaba, la fecha del 26 de agosto es el límite para investir o repetir elecciones, y cualquier encuesta les daba un peor resultado que el obtenido el pasado 12 de mayo, donde perdieron casi la mitad de sus diputados, a pesar de ostentar la presidencia de la Generalitat con un independentista de apellido Aragonés. Gracias a la firma mantienen además a los 800 altos cargos con sueldo de marqués y pueden presentar lo conseguido, hacerse con la recaudación de los impuestos, como un éxito que les permita mantener la hegemonía ante un Junts de Puigdemont que les sacó el doble de diputados y viene crecido. Lo que se dice negociar, está muy bien negociado. Han ganado mucho más perdiendo las elecciones que si las hubieran ganado. Lo que no quiere decir que como partido no estén quebrados, sólo hay que ver la votación interna ganada por la mínima y la amenaza-chantaje de sus propias juventudes. Estilo Sánchez, patada hacia delante y a seguir hasta que todo reviente.
¿Y el PSOE?, fácil. Decía que, si Sánchez ha dado el visto bueno, no olvidemos que Illa es un títere que además no podrá volver a presentarse después de haber faltado a sus promesas de campaña al más puro estilo sanchista, es por tres razones: sabe que por mucho que le amenace Puchi, no les van a tumbar la legislatura, entre otras cosas porque no pueden, pero es que tampoco les interesa; Sánchez no tiene el control que a él le gustaría sobre el PSC, porque si hubiera dependido de él le habría dado el gobierno a Puigdemont, y ambos lo saben; y, sobre todo, porque sabe que ha vuelto a engañar a los independentistas de Esquerra, cosa que también saben todos pero toca disimular.
El objetivo es sólo uno, nombrar a Illa presidente. Después no podrán aprobar el concierto económico porque los 7 magníficos de Puchi no lo votarán a favor y, casi me apuesto que, por primera vez, habrá socialistas que no apretarán el botón en contra de que a sus comunidades les recorten la pasta. El jamorriki, que diría mi compañero Saz Planelles. Conclusión, Sánchez sabe que puede estar disfrutando de sus últimas vacaciones a cuerpo de rey pagadas por todos los españoles. Esto no se sostiene mucho más tiempo, su hermano, su mujer y el impresentable de Zapatero, se lo recuerdan cada día.