¿Podemos decirle algo a los diputados socialistas, o está prohibido?
Leopoldo Bernabeu
“¡A ver como os lo explico!, me voy de vacaciones y no quiero que nadie me moleste hasta mi vuelta. Ya os he dejado todo arreglado para que esta semana nombréis a Salvador Illa presidente. Todo lo demás, minucias. Aprovechad que la mayoría están de vacaciones y no se enteran de la misa la mitad. ¿No fue bastante con la clase magistral que os di el año pasando convocando unas generales en pleno verano?, jajajaj… menuda cara se le quedó a Feijóo. Pues lo de Cataluña, igual. Se le da a esta gente todo lo que pidan, nos ponen de President al nostre, y después ya veremos que pasa. Objetivo conseguido, ¿no resulta alucinante que me sigan creyendo?”.
Es como me imagino la última conversación de Pedro Sánchez con su ejército de asesores antes de coger el Falcón con Begoña dirección Lanzarote o Doñana, sin aceptar que nadie le moleste con un solo telefonazo durante las próximas tres semanas, como mínimo. Imagínenselo con esa cara de malote compungido que tan bien sabe poner cuando se dirige a los suyos, dándose después media vuelta, descojonarse de la risa, y decirle a su amada: “¿has visto con que facilidad controlo el rebaño?, tú no te preocupes Begoña, que el juez ese me dura dos telediarios, móntate en el avión que nos vamos pegar unas semanas a cuerpo de rey”.
Quiero pensar que cuando advierto que además de criticar a Sánchez, que está muy bien porque es el máximo responsable de poner en marcha ese cúmulo de barbaridades que no vamos a repetir, a quien de verdad hay que empezar a socavar, porque son igual de responsables al levantar su mano en el Congreso, es a esos 120 diputados socialistas que permiten con su voto la puesta en marcha de estas burradas, no estoy descubriendo ninguna mina de oro a la vista de millones de ojos. Supongo que si no se hace con cotidiana normalidad mediática es porque en España todavía impera esa conciencia que nos impide señalar donde sabemos que duele, aunque nos estén atracando a diario nuestra dignidad. Pero todo tiene un límite.
Si fueron válidos, altivos, sonrientes en sus carteles de campaña y dieron con orgullo el paso de presentarse en una lista electoral por cada provincia de este país, para después contar con el honor de haber sido elegidos por los ciudadanos de sus pueblos, cobrar desde entonces un sueldo que multiplica por cinco el de cualquier trabajador medio y prometer en campaña que siempre apoyarían lo mejor para sus zonas y vecinos, digo yo que también son válidos para que esos mismos ciudadanos les recordemos por su cara, nombre y apellidos sus fechorías. Si sus manos se alzan en el Congreso para apoyar latrocinios inconstitucionales como la amnistía que premia a unos golpistas, o el saqueo de las arcas públicas por parte de un grupo de independentistas catalanes, tenemos derecho a decirles lo que opinamos de ellos. ¿O no?
Viven como marajás y cobran de nuestros impuestos. Dijeron todos antes del 23 de julio del año pasado que el Psoe nunca apoyaría la amnistía. Después su jefe cambió de opinión y los 120, que sufren amnesia desde entonces, aplauden con fervor lo contrario de lo que prometieron. Al tiempo que parecen estar dispuestos, mientras disfrutan de esas merecidas vacaciones que premian el esfuerzo de apretar un botón una vez por semana, a aprobar que la llave de la caja de los impuestos de todos los españoles, se la queden los colegas de Sánchez en Cataluña para que Illa pueda ser Molt Honorable President.
Es la hora de dar un paso al frente y decir Basta. Somos millones los españoles que desde hace años estamos perplejos al ver el sonambulismo de los socialistas de este país. Es cierto que destacados miembros de ese partido, empezando por el ex presidente Felipe González, llevan tiempo denunciándolo. Pero es ahora, cuando vemos como los propios Barones regionales se están revelando contra esa dictadura sanchista, cuando tenemos que decirles a nuestros diputados socialistas, cada uno en su provincia, que van a quedar señalados. Ni Maduro es nadie sin el apoyo de sus corruptos generales, ni Sánchez es nadie sin el apoyo de sus engrasados diputados. Están votando actuaciones que van manifiestamente en contra de los intereses de sus provincias. Si no les gusta escucharlo que presenten su dimisión y se vayan a casa. Si deciden seguir es porque están de acuerdo con la amnistía a favor de unos golpistas y con un concierto catalán que rompe la solidaridad entre españoles.
Dejando a un lado, a pesar de la gravedad, que Salvador Illa sigue siendo el ministro de Sanidad que ostenta el dudoso honor de tener el récord mundial de fallecidos por covid, además de la acusación por haber gastado millones de euros en compra de mascarillas fraudulentas a empresas amigas entre las que se encuentra el famoso Koldo, ¿por qué iba este personaje a actuar de manera distinta a la de su jefe?, los socialistas están demostrando una desfachatez sideral. Si el marido de Begoña Gómez les ha dado a todos sus socios lo que le han pedido a cambio de sus votos, Illa no iba a ser distinto. Aquí el problema estriba en que, para auparle al reinado de Cataluña, el tesoro que se entrega es el de todos los españoles. ¿De verdad admite esto cualquier votante socialista del resto de autonomías? Quiero pensar que No, pero mientras lo averiguamos vemos que los golfos de diputados del Congreso ya han demostrado que Sí.
No habría mejor final para esta lamentable película que ver al fugado Puigdemont plantarse en el debate de investidura, ser detenido, que se monte la mundial y que se desbarate la partida de naipes montada por el psicópata de Sánchez. Ni la mejor película de ciencia ficción hubiera sido capaz de imaginar un surrealismo de este nivelazo.