Para exigir primero hay que dar

Leopoldo Bernabeu

España es un país de pícaros y este envidioso mundo le pisa los talones porque no se quiere quedar atrás. En una época en la que cuesta diferenciar la locura de la cordura, opinar se ha convertido en una fuente de relajación. Ni siquiera importa si esto influye en alguien o si hay un solo lector detrás de estas líneas. Es mucho más sencillo y así se lo transmito a quien me pregunta: me relaja, me vacía el veneno que se va acumulando en el interior y me permite afrontar el resto de la jornada con esa extraña, pero maravillosa sensación, de tener los deberes hechos. Escribir es mi vacuna contra con mi creciente incomprensión.

Me debato entre opinar acerca de la paranoia olímpica que permite que un tiparraco travestido de no se qué, se suba a un cuadrilátero y le arrime dos hostias como dos panes a una mujer sin que ninguna feminista ponga el grito en el cielo, o en esa naciente claridad que se abre entre tanto nubarrón socialista que supone el sentido común de Page y su todavía inaceptable soplo de aire fresco para quienes prefieren enterrar su dignidad con el bolsillo lleno. Es curioso, pero concluyo que en el fondo somos todos unos pícaros, unos listillos, unos tramposos que ponemos en práctica nuestras posibilidades de hacer el mal a la menor oportunidad, pero con la conciencia tranquila porque ya tenemos a los demás para criticarlos.

Nos quejamos de la sinvergonzonería en la que se ha convertido la clase política de nuestro país, o de esa extraña generación woke que nos dicta lo que tenemos que decir y hacer en cada momento, pero no nos interesa vernos reflejados en esas bajas laborales desmadradas en este último año con una peña que de media se escaquea casi 60 días al año, importándoles tres cojones lo que eso cueste eso al empresario de turno. Tampoco vamos a reconocer que ningún camata se queda con las propinas en las que nadie se fija o ese empleado que se ha llevado por la noche lo que ha podido aprovechándose de la confianza del jefe.

Para cambiar un modelo social del que todos opinamos y que a la mayoría nos preocupa, porque en él van a seguir remando nuestros hijos cuando ya no estemos, tenemos que empezar por mirarnos hacia dentro y reconocer que, para poder decirle a Pedro Sánchez lo que merece escuchar, o a Maduro que es un criminal, o al comité olímpico que ha perdido el norte por permitir que un hombre participe en un combate de boxeo haciéndose pasar por mujer, antes tenemos que cambiar nosotros y no permitir muchas cosas que pasamos por alto.

¿Cuántos amigos conocemos que han cogido bajas desproporcionadas y le echan más cuenta que calleja a su vuelta al trabajo a sabiendas de que el sistema les permite seguir tocándose los faroles mientras el empresario apechuga con ese gasto?, ¿cuántos conocemos que han decidido cambiar ese piso que tenían alquilado a una familia convencional por una vivienda de uso turístico y ganar así 10 veces más?...

Entre enero y abril se tramitaron 79.934 incapacidades temporales en la provincia, con una duración media de 55 días, 9 más que el año pasado. Qué fácil nos resulta a todos hablar mal de los empresarios y qué fácil se lo ponemos a este gobierno de incapaces que jamás han levantado una persiana para seguir asfixiando a pymes y autónomos. Pedro Sánchez es un psicópata de manual y Maduro es un dictador criminal que merece el peor de los destinos. Pero Emiliano García Page, clamando al cielo para que sus compañeros en el congreso y los miles de afiliados del Psoe entren en razón y paren los pies al maquiavélico narcisista, no es más que la voz de cada una de nuestras conciencias cada día que seguimos actuando en contra de lo que es correcto. No, no hay nadie después de ti, si tú no haces el bien, no exijas que lo hagan los demás.