Liliana Ankonetani: “ No es lo qué sucede, sino cómo lo interpretamos”
El estrés es un estado de preocupación excesiva o tensión mental generada por situaciones externas o internas.
Vemos en nuestra sociedad, como hemos normalizado el estrés, sin ser conscientes de cómo afecta nuestra salud.
Los síntomas del estrés se manifiestan en tres niveles:
Psicológicos:
Ansiedad, irritabilidad, cambios de humor, falta de control de impulsos, sensación de falta de tiempo y percepción de que tenemos más cosas de las que podemos realizar.
Fisiológicos:
Contracturas musculares, cefaleas, problemas digestivos, adicciones, problemas de sueño, etc.
Social:
Dificultad en las relaciones interpersonales, falta de concentración que afecta en lo familiar, social y laboral con bajo rendimiento.
También en niños y adolescentes con bajo rendimiento académico.
Es importante diferenciar el estrés puntual del estrés crónico.
Estrés puntual ante situaciones como preparativos de boda, viaje, mudanzas etc, que si bien generan estrés, están cargados de emociones positivas, como la ilusión y la motivación.
El estrés crónico es el que se sostiene a lo largo del tiempo por situaciones difíciles como enfermedad, pérdida de un ser querido, separaciones de la pareja etc, como también el ritmo de vida, conciliación familiar, problemas laborales y económicos.
En el estrés crónico, se manifiestan emociones como la ira y el miedo, que nos llevan a sentirnos como si estuviéramos frente a un gran peligro o amenaza constante. Estamos en estado de alerta ( modo supervivencia) lucha o huida, que es puramente emocional.
En éste estado de alerta se dispara el cortisol, que es la hormona del estrés y
que afecta al sistema nervioso, endocrino e inmunológico.
Estudios científicos realizados durante treinta años, han comprobado que el estrés crónico conduce al acortamiento de los Telómeros que aceleran el envejecimiento y debilitan el Sistema Inmunológico, enfermando más.
Cuando el cortisol se dispara y estamos en estado de alerta, nuestras emociones se adueñan de nosotros y nos juegan en contra.
No podemos parar y reflexionar sobre lo sucedido.
Para reducir el Estrés
Reconocer e Identificar nuestras emociones y aprender a gestionarlas adecuadamente, entrenando la atención para comprender y expresar lo que sentimos.
Autoconocimiento: aprender a conocernos, nos ayuda también a comprender las emociones de los demás, empatizando con lo que sienten.
Autorregulación:
Regular nuestras emociones para no Reaccionar Impulsivamente y por lo tanto responder de manera consciente.
Manejar nuestro diálogo interior. A veces nos juzgamos de manera negativa y termina afectando nuestra autoestima.
Tolerar la frustración: cuando las cosas no salen como queremos, la calma nos ayuda para modificar y volver a intentarlo.
Diferenciar lo urgente de lo importante.
Gestión del Tiempo
Hábitos Saludables, como higiene del sueño, escuchar música, hacer actividades físicas, Pilates, Yoga, caminar, bailar, socializar … Todas ellas aumentan las hormonas del bienestar, como la Serotonina y las Endorfinas y disminuyen el Cortisol.
Práctica de la Atención Plena ( Mindfulness), una técnica de meditación que nos enseña a través de la Respiración a conectar con nosotros mismos.
Como vemos no podemos cambiar algunas situaciones estresantes de nuestra vida, pero sí, reflexionar sobre ellas y utilizar algunas de las herramientas emocionales que se han mencionado, para descubrir que todos contamos con recursos internos que podemos aprender a utilizar.
No es lo que nos sucede, sino cómo interpretamos lo que nos sucede.
"No podemos elegir las circunstancias que nos suceden, pero si podemos elegir como interpretarlas y resolverlas" Epicteto, Filósofo Griego.