La última rueda del socialismo español.

Leopoldo Bernabeu
Aunque el juego de palabras viene hoy mejor que cualquier otro día, soy de los que sigue pensando que el final del socialismo español empezó hace ya algún tiempo. Que no es de ayer, vamos. Ni siquiera me fijo en ese otro paralelismo que nos permite visualizar el fin de socialismos tan insignes como el francés, el griego y algún otro más, un dato que podría servir para explicar el deterioro desde la perspectiva de la propia alternancia. Creo que el caso español trasciende a cualquier ejemplo que pudiéramos encontrar tanto en la historia más reciente como en los casos de países cercanos.
El marcador final de las elecciones gallegas, visto desde la distancia, me permite solidificar una opinión que el resultado electoral del pasado 23 de julio, me desmontó con la misma facilidad que un soplo de aire se lleva por delante un trabajado castillo de cartas construido con dedicación. Ni me creí entonces ni me creo hoy que, después de que los españoles hubieran borrado el socialismo del mapa autonómico y municipal ocho semanas antes, auparan de nuevo a Pedro Sánchez, verdadero culpable de la derrota de todos sus compañeros, otorgándole un resultado tan imposible, que le otorgó un millón más de votos que las últimas generales. Repito, sigo sin creérmelo.He escuchado muchas teorías de una conspiración contra la que suelo mostrar mi escepticismo, pero hoy, después del varapalo del socialismo en Galicia, se reafirman.
Me cuesta creer que en la España de 2.024 puedan existir mecanismos que manipulen un resultado electoral, pero hoy se consolida la idea en mi subconsciente. Es materialmente inviable que una ciudadanía premie a quien ha estado cinco años mintiendo como un cosaco, enfrentando a los españoles entre sí y mostrando su cariño por aquellos que intentaron partir España y esos otros que mataron a tus propios compañeros de siglas.
Hace tiempo entendí que Pedro Sánchez era un psicópata, un egocéntrico y un narcisista de libro, pero me cerré en banda a asumir que pudieran haber tantos millones de españoles que siguieran confiando en él. Lo de esos otros 120 diputados elegidos en las 52 provincias con un mensaje político que después no tuvieron empacho en olvidar para apoyar todo lo contrario, son nombres y apellidos que pasarán a la historia de la traición a España y ellos sabrán como han de lidiar con sus vecinos el resto de su vida. Vomitivo.
La historia nos enseña que toda revolución surge a partir de la presión de un pueblo. España no quiere a Pedro Sánchez, se ha visto con claridad en las elecciones gallegas. Pero él no tiene ningún problema, lo tiene el partido socialista obrero español. Hay dirigentes, los pocos que quedan con gallardía, que llevan tiempo advirtiendo de esa deriva imparable. A Pedro Sánchez sólo le importa su porvenir, y si para seguir en Moncloa tiene que vender hasta su madre, lo hace. Lo ha demostrado demasiadas veces como para tener cualquier duda. Su completa pérdida de más elemental sentido común, apoyado en el absurdo aplauso de quienes por cobrar un buen sueldo le bailan el caldo, está generando una deriva social y económica, cuyo futuro es demasiado incierto. El PSOE caerá antes que España. Sánchez lo sabe y le da igual. ¿Lo saben los socialistas?