La que nos estarán preparando para la 'vuelta al cole'

del derecho y del revés / OPINIÓN

Los que somos juristas de la vieja escuela, pues estudiamos cinco años de la carrera que fue de Derecho y somos licenciados, sabemos lo dura que nos resultó la travesía hasta que las asignaturas nos fueron amueblando la cabeza y enseñándonos los principios jurídicos básicos. La inmensa mayoría de nosotros creemos firmemente en el constitucionalismo, en el Estado social y democrático de Derecho, en la separación de poderes y en nuestro sistema normativo. Muchos estamos convencidos de que nuestra democracia es un sistema imperfecto, pero creemos que es el mejor de los sistemas posibles y conocidos. 

Y queremos, o mejor dicho querríamos que siguiera funcionando como hasta ahora por muchos años y que nuestros nietos pudieran seguir viviendo en éste, que es uno de los mejores países del mundo -para mí, el mejor, pues últimamente lloro hasta cuando algún español gana una medalla de bronce y suena el himno. Pasión aparte, he comprobado las ventajas que conlleva vivir en un país en el que impera la seguridad jurídica y no quiero ni pensar en que esto deje de ser así algún día en España. Dense una vuelta por algún país no democrático y luego me lo cuentan.

Dicho lo anterior, están pasando demasiadas cosas en España que nos están apartando del camino correcto, desde el punto de vista jurídico y constitucional. Parece ser que la maquinaria del Estado está infestada de una especie de virus o bacteria -tal vez asociado al fango que tanto pregonaba nuestro presidente, que por fin vemos a qué se refería- que la ha dejado en un estado de debilidad. Muchos latinoamericanos dicen que esto del ataque a las instituciones es lo que pasó en Venezuela, antes de entraran los dictadores que se auparon en el poder a través de las urnas. Eso es más viejo que la tos, por cierto, que del siglo pasado tenemos varios tristes ejemplos de cómo algunos políticos utilizaron las elecciones para llegar al poder y después usurparlo, a fin de perpetuarse en él a toda costa.

Cuando empecé a escribir en prensa, hace unos quince años, no tenía la sensación de amordazamiento que tengo hoy, mientras redacto estas líneas. Me sentía más libre a la hora de poder expresarme. Imagino que lo mismo les sucedería a los jueces, que también eran más autónomos en su labor jurisdiccional, porque existía un respeto tanto hacia la institución como hacia sus resoluciones por parte de los demás poderes del Estado y de la ciudadanía. El poder hoy está extendiendo su mancha sobre todas las esferas de nuestra vida, como si se tratara de alquitrán o lava hirviendo. O lodo de la ciénaga de un conocido ogro. Y digo bien su mancha, porque la separación de poderes es una vacuna contra el totalitarismo, que deberíamos defender a capa y espada. Los principios cambiantes según el interés propio, a lo Groucho Marx, tienen gracia como chiste del celuloide, no si nos los pretenden aplicar a nosotros.

Que el magistrado que está investigando a la esposa del presidente del Gobierno, Begoña Gómez de Sánchez, lleve ya dos querellas en contra en unos días, precisamente por motivo de esta investigación, y sin duda como medio para tratar de frenarla echando tierra sobre el mismo, es otra brillante estrategia más de los reyes del marketing patrio. Me imagino que se lo habrán planteado como algo así: "Nos querellamos contra el juez, paramos la investigación por las dudas que se cernirán sobre él en cuanto a su corrección a la hora de dirigir la investigación, lo recusamos y nos lo cargamos". La recusación de un juez es un mecanismo legal que permite a una de las partes en un proceso judicial solicitar que el juez encargado de llevar a cabo el caso sea apartado de su función, debido a la existencia de un motivo que pueda poner en duda su imparcialidad o independencia en el manejo del caso. No hay mejor defensa que un buen ataque. De manual.

Me gustaría equivocarme en mi predicción, pero apostaría algo a que las querellas son una maniobra para lograr la recusación del juez Peinado y, con ello, que la causa se suspenda; y, con un poco de suerte, que se embarranque en uno de tantos otros juzgados de Madrid, en los que el titular no tiene especial interés ni saña contra la señora de Sánchez. Solo hay que esperar un poco, podremos comprobar si tengo razón en unos meses. En este sentido, la época veraniega les viene como anillo al dedo a los urdidores de intrigas. Mientras usted se tuesta al sol y yo arreglo mi despacho de casa y me mentalizo para la inmersión familiar, tan añorada como temida, en la casa de mis amores del pueblo, ellos siguen dándole vueltas a la trama que se han montado en su cabeza, que suele salirles de maravilla. 

Ahora estamos con lo de Illa, que me cae bien, pero no tanto como para darles la hucha de Cataluña a los separatistas a cambio de su nombramiento, la verdad. No sé por qué, pero suelen tener una suerte bestial, pues entre los JJOO, el calor asfixiante, las siestas y que todo el mundo está hasta los mismísimos tanto del tema en sí como de la ley de amnistía y otras cosas por el estilo, muchos pasan. Mientras nosotros descansamos ellos trabajan más que nunca. Veremos la sorpresa que nos tienen preparada para el otoño. Miedo me da. Disfruten de agosto, pero no se me duerman en los laureles, que luego pasa lo que pasa.

Mónica Nombela