La inane UE y la integridad de García Castellón frente al golpe a cámara lenta de Sánchez

Por Alfonso Merlos, Presidente del Grupo "El Mundo Financiero"

Suele decirse, y en no pocas ocasiones el aserto milimétricamente se cumple, que “en España hay leyes, lo que no hay es Justicia”. Y hoy, ante el golpe para desbaratar la división de poderes y anular especialmente al Poder Judicial que están perpetrando a cámara lenta pero sin demora Sánchez y la tropa de comunistas que usa como aliados, el juez García Castellón está luchando con valentía para evitar precisamente esa profecía autocumplida que tanto daño, y tan irreparable, produce a nuestro sistema democrático.

Algo ya hay claro. La Unión Europea ni está ni se la espera. Los burócratas de Bruselas y Estrasburgo, auténticas máquinas consumiendo y demoliendo presupuestos públicos, verdaderos artistas del despilfarro, están acreditando con especial descaro y virulencia que su misión primera es ejercer como simple correa de transmisión de la nefasta ‘agenda 2030’ y como mero peón, por consiguiente, de los designios de las elites globalistas. Poco más. Cuando en un Estado de Derecho de los integrantes del club se quiebran las reglas más elementales de cuanto representa un espacio común de seguridad, libertad y justicia, Europa, en cambio, calla como un muerto, exhibiendo patética y hasta groseramente su incapacidad y su manifiesta e incongruente inutilidad.

Pareciera, en efecto, que sólo queda un juez, el competente en una causa judicial en la que España se juega tanto, para preservar lo que el bloque socialcomunista está obsesionado con derrumbar, cual ‘bulldozer’: un edificio cuya estabilidad garantiza el juego ineludible y sagrado de ‘check and balances’, establecido desde hace ya casi medio siglo.

Demasiado y peligrosamente cercanas en el tiempo quedan las palabras de quienes sostenían (auténticos papanatas, ignorantes o cínicos) que el autócrata de La Moncloa no llegaría a tanto, que no haría converger hasta determinados extremos sus planes (los del PSOE) con los de quienes representan (golpistas y delincuentes condenados por el Tribunal Supremo) lo peor de lo peor, las sobras de cada casa. Pero exactamente ahí estamos: en una deriva irrefrenable, no de incumplimientos o mentiras políticas y partidistas sino, peor, de agresiones compulsivas contra elementos tan básicos para la propia convivencia como la soberanía entre españoles y el derecho de los mismos a ser tratados con el mismo rasero.

No. No se trata de un planteamiento catastrofista. Es que España se haya sumida, fruto del rodillo autocrático, en la catástrofe misma. Podría tirarse de pesimismo para asegurar, no sin falta de motivación, que todo es susceptible todavía de empeorar. Pero, de la misma manera, puede apelarse fundadamente al optimismo, al realismo, al posibilismo para aseverar lo contrario: por fortuna, todavía quedan en nuestro país un puñado de jueces y magistrados y fiscales dispuestos a actuar con la máxima integridad profesional, esto es, con una fuerte adhesión a los códigos éticos, con fiabilidad, con dignidad, con independencia y autogobierno, cumpliendo escrupulosamente con sus responsabilidades y obligaciones. ¿Les vamos a dejar solos?