La gesta del nadador alicantino Jorge Crivillés

DEL DERECHO Y DEL REVÉS / OPINIÓN

El nadador alicantino Jorge Crivillés realizó una auténtica gesta hace una semana, al convertirse en la primera persona del mundo en nadar entre las islas de Tabarca y de Benidorm. Una travesía de cincuenta kilómetros, que dio comienzo el día 8 de junio de madrugada, a pesar del viento reinante y que parecía que podría haber dado al traste con su ilusión. Crivillés no se amilanó por el oleaje, ni tampoco por una amarga experiencia anterior, en la que la hipotermia le obligó a abandonar, y se echó a la mar a medianoche equipado solo con un bañador de los clásicos, un gorro y unas gafas. Nada de trajes de neopreno u otras ayudas adicionales, y sin poder contar por el estado de la mar con el acompañamiento de su fiel amigo Rafa el pelao, que no pudo acercarse a él con su kayak hasta bien entrada la mañana. Estuvo literalmente solo varias horas en la inmensidad del Mediterráneo y de la noche, pues el barco que lleva de apoyo va siempre a unos cuantos metros de distancia.

Me dijo Crivillés que la fama de balsa de aceite que tiene el mar que baña nuestras costas es completamente injustificada, y que necesitó en algún momento echar mano de la motivación del reto, que consistía en darle visibilidad a la Unidad de oncología pediátrica y al Servicio de hematología del Hospital Doctor Balmis de Alicante. Reconoció que las palabras de aliento de una madre de un niño con leucemia, que lleva once años enfermo, fueron vitales para que consiguiera llegar a su objetivo de alcanzar la orilla de la llama Isla de los Periodistas. Y es que siempre necesitamos incentivos para seguir luchando en la vida. En su caso, las visualizaciones realizadas día a día en el período de entrenamiento, en las que se imaginaba a sí mismo en el momento de lograr el reto, dice Crivillés que fueron fundamentales. Hay no sólo mucho trabajo físico, sino especialmente mental detrás de este logro.

Cuando uno nada tantas horas seguidas -quince, en este caso-, se le tienen que pasar muchas cosas por la cabeza, en esa soledad de las brazadas y la respiración. Un ejercicio de mindfulness del bueno, porque el desafío en realidad es contra uno mismo, y allí no hay nadie más que el propio nadador, su fortaleza psicológica, su capacidad física indiscutible y el ancho mar, con sus profundidades, sus peligros y sus secretos. En casos como éste quien manda es la gran determinación del deportista, pues, como decía Jean Cocteau, "lo hizo porque no sabía que era imposible".

Crivillés ha contado con un pilar fundamental, que estoy segura de que ha sido clave en su éxito: su familia. Sus dos hermanos lo acompañaron en el reto -uno de ello vino expresamente de Alemania para ello, y el otro, Carlos, va siempre en el barco de apoyo al tanto del avituallamiento-; su madre y sus tías, las chicas de oro, estaban allí con las camisetas del reto esperándolo a la llegada a Benidorm, que tuve la suerte de vivir en directo y que fue súper emocionante; y su mujer, Chus, y su hijo, Xavi, estuvieron ahí en todo momento, siguiéndolo minuto a minuto a distancia, con el corazón en un puño. Ellos dos son su motor indiscutible.

El reto de Jorge me ha hecho pensar en la cantidad de veces que, ante la menor dificultad, nos venimos abajo y nos rendimos, sin apenas haber intentado algo realmente. Que alguien de edad madura como él haya sido capaz de nadar en aguas abiertas los siete océanos, habiendo empezado a los cuarenta y cinco con esta afición, me hace pensar que los límites que tenemos son casi todos mentales y no físicos. Nos suele dar miedo volar y explorar nuestros verdaderos límites, lo que nos paraliza y nos mantiene viviendo experiencias mediocres, en vez de adentrarnos en lo desconocido y averiguar adónde nos conduciría el camino: tal vez, a un mejor puerto. Queremos seguridades, certezas, y saber el suelo que pisamos, sin pensar que "la vida tiene sorpresas, sorpresas te da la vida", como cantaba Rubén Blades; quedarnos quietos no nos asegura la permanencia de una situación, pues "lo único permanente es el cambio", en palabras de Heráclito, si prefieren la cita más culta. Las creencias limitantes nos impiden disfrutar de lo maravilloso que sería poder hacer lo que verdaderamente nos llenaría, si nos atreviéramos a hacerlo.

Muchas personas se aferran a lo malo conocido, a esa relación que está más muerta que viva y en la que se sienten seguros, a pesar de esa nada que los une a quien en un momento amaron. Otros se quedan en el trabajo de siempre, y aceptan lo inaceptable, como un jefe tirano y tener que acudir al psicólogo para que les ayude a soportar su día a día, con tal de no perder la posibilidad de recibir una indemnización en caso de despido. Hay quien dice que no de antemano a alguien que le podría ir como anillo al dedo, por fobia al compromiso y a perder su independencia, aunque esté en el fondo más solo que la una y odie su soledad.

Vivir es un reto constante y Jorge Crivillés nos ha enseñado que querer es poder y que está en nuestra mano conseguir muchas cosas que deseamos, aunque no nos atrevamos casi ni a soñarlas.

Esperemos que obtenga el reconocimiento que merece, empezando por una recepción en el Ayuntamiento de Alicante con todas las fanfarrias, músicas a todo trapo, castillo de fuegos artificiales y demás horteradas que, en el fondo, hacen tanta ilusión. Que ya está bien de fútbol, hombre, y ya ven que a los del Hércules los recibió el alcalde Barcala como si hubieran ganado la Liga y los pobres no están ni en segunda. Qué menos que ponerle la alfombra roja a este gran hombre, que puede y debe ser una inspiración para todos nosotros y un motivo de orgullo para sus conciudadanos alicantinos. ¡Enhorabuena, Jorge!

Mónica Nombela