La carta de Pedro: ¿merece la pena un gobierno comunista?

Por Alfonso Merlos, Presidente del Grupo "El Mundo Financiero"

En una maniobra sin precedentes en la historia de España y probablemente del mundo desarrollado, el presidente del gobierno se declaraba cinco días en paro y paralizaba total y absolutamente su actividad política para dedicarse a una sola actividad humana: la de pensar si deja su actual trabajo o sigue adelante. En una persona de su estructura mental no cabe conceder un 0% de opciones a la dimisión (todo es posible), pero en buena lógica, precisamente por esos rasgos mentales de Pedro Sánchez, lo suyo es que quien está destruyendo en tantos planos el Estado social y democrático de Derecho se autoproclame único salvador del mismo y, por tanto, declare por alto imperativo la necesidad de seguir en sus funciones y completar ‘su misión’.

Así que la reflexión “¿vale la pena seguir siendo a este precio presidente del gobierno de España” que la carta de Pedro contenía y contiene tendrá el mismo valor que una moneda de tres euros o que una moneda de madera. Sin embargo, hay otras preguntas que cobrarán, si cabe, más sentido y valor, por ejemplo:

¿Vale la pena para un país democrático un presidente que en primera persona y a través de sus acólitos y palmeros agrede y persigue a diario a la prensa libre?

¿Vale la pena para un país democrático un presidente que se apoya parlamentaria y políticamente en los herederos de una organización terrorista y en quienes se esfuerzan cada día por liquidar su nación?

¿Vale la pena para un país democrático un presidente que difama y calumnia por sistema a jueces y magistrados independientes?

¿Vale la pena para un país democrático un presidente que considera peligrosos ultras a los partidos que defienden la Constitución pero moderados y aceptables y respetables a quienes, perpetrando gravísimos delitos, la socavan?

¿Vale la pena para un país democrático un presidente que considera no adversarios sino enemigos a multitud de colectivos de la sociedad civil de su nación pero comprende y promueve los postulados y las causas de quienes dentro y fuera de sus fronteras -caso de los terroristas de Hamás en Palestina- ejercen sistemáticamente la violencia?

¿Vale la pena para un país democrático un presidente que, padeciendo sus ciudadanos los mayores índices de paro de Europa, se pone de brazos caídos única y exclusivamente por sus espurios intereses personales?

¿Vale la pena para un país democrático un presidente que no sólo ha aprobado los chanchullos inadmisibles y presuntos delitos de su mujer sino que ha paralizado la vida pública ante el inicio de la investigación imparcial de los referidos presuntos delitos?

Está sobradamente estudiada y ha afectado históricamente a tiranuelos de todo pelaje y encuadre ideológico la patología que hace que existan gobernantes incapaces para la empatía, incapaces de adaptarse a entornos sociales con normas preestablecidas, como las leyes, los derechos individuales o el bienestar colectivo.

¿Vale la pena para un país democrático como España padecer a un individuo (derrotado claramente por la mayoría en las últimas elecciones generales) que siga atrincherado y furioso en La Moncloa?