Histórica corrida de toros en Baeza con el maestro Venegas

“Javier Cortés indultó al cuarto de la tarde”

Leopoldo Bernabeu

Premonitorio el sol a sabiendas de su posición extrema en estos lugares y en estos días de agosto, quiso ser benevolente prediciendo la taurina tarde que se avecinaba. Había que volver a tentar la suerte y darle a Baeza la posibilidad de resarcir sus errores de los últimos años desgajando de su legado carteles como los de antaño. Una sola tarde iba a darle la vuelta a muchas conciencias.

Desde primera hora todo jugó a favor del éxito. La hora de inicio era un choteo hacía los gerifaltes pudientes que habían pagado sombra porque desde el primer astado, el tendido al completo disfrutó de la sombra primero y de la noche a continuación. EL retraso en la vestimenta de los caballos de picadores puso la pica que faltaba para que el sarcasmo fuera completo y los tres matadores junto a sus cuadrillas cruzaron la plaza con casi media hora de retraso. Ya sobraban gorras y gafas de sol.

Javier Cortés, José Carlos Venegas y Joaquín Galdós, completaban una terna a priori sin excesivas luces que, sin embargo, deslumbraron con su arte hasta el punto de indultar uno de los toros de la jienense ganadería “Arauz de Robles”. A los ganaderos no les quedó otra que saltar a la arena para recibir la ovación junto al primero de los matadores, artífice de tan notable faena. Era el cuarto de la tarde.

Y es que Javier Cortés ya empezó a demostrar la pasta de la que está hecho y sus catorce temporadas como matador, con un primer toro de la tade que salía a la plaza con fuerza, trapío, elegancia y temple, y que empezaba a sembrar la semilla de lo que podría ser una tarde histórica de toros. Demasiado temprano para emociones que Javier Cortés, con su buen hacer en todas las fases del toreo, no quiso desaprovechar y terminar completando una faena a manos cambiadas y pases de todos los estilos que le supuso una oreja y fuerte petición de la segunda. Un trofeo que no consiguió al no conseguir matar a la primera.

Llegaba el turno para el torero de la tierra, el maestro de Beas de Segura, criado en la escuela taurina de Benidorm, José Carlos Venegas, que vestía de verde oliva, en claro homenaje a su tierra, saltaba por primera vez a esta legendaria plaza a mitas de camino entre su pueblo y su propia finca en Mancha Real. Venía disgustado del escaso trapío encontrado 48 horas antes en los toros de Cenicientos, y era esta su gran oportunidad para seguir completando ternas y carteles en próximas fechas. De nuevo volvimos a ver la mejor versión del Maestro Venegas. De nuevo un toro entregado, al que no acompañó la suerte de picadores, tumbando al caballo con su fuerza y retrasando la lidia muchos minutos, pero que mantuvo todo su trapío de la manera más inesperada. Venegas se dio su cuenta y fue desplegando una faena de menos a más, hasta conseguir enlazar múltiples series de numerosos capotazos por ambos pitones, muleta atrás, verónicas y mirada a los tendidos que hipnotizó al respetable. Un primer estoque que introdujo hasta la misma mano, fulminó a este bravo toro y le supuso el mayor éxito hasta el momento, dos estrellas y vuelta al ruedo de ambos, toro y torero.

La tarde no podía empezar mejor. Se torció todo cuando saltó al ruedo un torero fantasma que no nunca llegó a estar del todo en la plaza. Quizás el mejor de los toros hasta el momento, fue totalmente desperdiciado por un Joaquín Galdós que, a pesar de sus 55 orejas de la pasada temporada, en Baeza ha dado claras muestras de no querer volver. Hay quien desde el público le ofrecía trabajo en la próxima temporada de la aceituna. Terriblemente mal.

La segunda parte de la corrida empezó con la misma fuerza que la primera. Javier Cortés volvía salir a recibir al toro sin esperar mucho. Se le notaban las ganas de triunfar por los poros de su piel. El toro, el único castaño de la tarde aventuraba maneras. Elegante y de excelente presentación, daba juego sin descanso en todos los tercios. Se dejaba hacer señorío y respeto. El maestro se dio cuenta y realizó la magistral faena de la tarde. Tal fue el nivel de la demostración taurina que el público pidió con insistencia el indulto del toro. Un ejemplar que no dejaba nunca de entrar a las embestidas del Maestro. Y ante las dudas de la Presidencia, fue el propio matador quien tiró la espada al suelo y entró a matar de manera simulada sin espada. Finalmente, el presidente accedió y la plaza de toros de Baeza se vino abajo.

Qué difícil se ponía superar aquel listón. Aún con todo, José Carlos vengas sabía lo que se jugaba y ante que público se exponía. El quinto salió igual de bueno que sus cuatro hermanos, y de nuevo corrió la misma suerte con el caballo, al que tumbó y al que volvió a costar un mundo poner en pie. Venegas tenía la lección aprendida y nada mal le había ido con el anterior. Toreó y toreó con la misma intensidad, ganas y maestría, pero este no era el segundo. Buen toro que por el contrario se había fundido en los primeros compases de la lidia, pagándolo al final. Mucho menos juego en una muleta que nunca se rindió consiguiendo hacer una faena con menos brío, pero la misma clase y mayor arrojo ante la necesidad de querencia. Sólo el fallo a la hora de matar le privó de otra merecida oreja.

La corrida, por desgracia, terminó teniendo que soportar de nuevo al soporífero Galdós, que empeorando lo que parecía imposible, se negó en redondo a dar un solo capotazo al último de la tarde, matándolo malamente cuando apena hacía cinco minutos que se había enfundado con el capote rojo. Un negado que está quitando el sitio a muchos valores a los que el mundo taurino está tratando de manera injusto.

Enorme corrida la disfrutada este inolvidable 17 de agosto en la plaza de toros de Baeza, con dos matadores, Javier Cortés y José Carlos Vengas, saliendo por la puerta grande y tardando, en el caso del segundo, horas en poder irse de los alrededores del coso ante la insistencia de los aficionados, todos deseosos de fotografiarse con el Maestro Venegas.