¡Cuánto te echaba de menos, septiembre ¡
Leopoldo Bernabeu
Volver de ese más allá palaciego siempre es un placer. Si dedicas demasiado tiempo a escuchar los mismos argumentos post veraniegos de siempre a los de la opinión sincronizada, la conclusión que sacas es… pues la de siempre, la vuelta a la rutina es una desgracia. Si, por el contrario, empiezas, aunque sea poco a poco, a desintoxicarte de esos medios que nada aportan al bienestar y avance de la sociedad, y conviertes tu propia opinión en tuya, verás que no es así. Es más, ya lo sabes.
El ser humano es una especie inconformista por naturaleza, siempre quiere lo que no tiene, añora lo que le falta, y vuelve a querer lo que tuvo, pero dejó escapar. Nunca estamos conformes, y eso se explica con facilidad, no somos capaces de encontrar la felicidad. A mi hijo le explico que la felicidad es fruto de la estabilidad, pero le cuesta entenderlo, es demasiado joven. Le pongo casos que nos persiguen, que los tenemos a puñados a nuestro alrededor. Le señalo nombres y personas y luego le pido que los compare y me lo explique él a mí. Es entonces cuando lo comprende mucho mejor. Las personas que a lo largo de su vida han trabajado para tener estabilidad, normalmente son inmensamente más felices que aquellos que han actuado más como cigarras que como hormigas, y llegan a las postrimerías de la película, con un futuro incierto porque a nada firme tienen a lo que agarrarse.
El verano es algo así. Deseamos que llegue con la misma intensidad que deseamos que termine. Nos cuesta reconocerlo, pero no hay nada tan bonito y adorable como la bendita rutina. En los medios de comunicación no tiene porque ser diferente. A mi me encanta la rutina, tanto que me da mucho miedo separarme excesivamente de ella. De ahí que, a pesar de que nuestra temporada de programas locales en BOM Radio Benidorm terminó el pasado y ya lejano 29 de julio, estuviera las dos siguientes semanas friéndoles como mis continuos artículos, y aceptando entrar cada martes en “Estado de Alarma Televisión” para ofrecer mis opiniones sobre la incombustible actualidad. Ojo, ahí sigo cada martes a las 21 horas, por si les apetece…
Porque ese es el otro tema. Lo comenté en uno de esos artículos. En la etapa periodística de mi añorado padre, los veranos eran jodidos para el sector porque el apagón informativo era brutal. No sólo se terminaban todas las temporadas deportivas que venían dando juego cada fin de semana, es que nuestra clase política se tomaba, por fin, un tiempo de descanso y nos dejaban a todos un poquito en paz. No es que ahora no lo hagan, lo de tomarse vacaciones me refiero, al contrario, más bien diría que no trabajan (en el sentido que usted y yo entendemos la palabra) en todo el año, es que como lo único que saben es generar bochorno y ofrecernos un pavoroso espectáculo durante todo el año, en agosto deciden no descansar e incluso incrementan el show.
No me dirán que el verano, políticamente hablando, no ha sido algo así. Entre la llegada triunfante y huida televisada del prófugo Puigdemont, el escándalo de un universo que gira la cabeza para no ver el golpe de Estado en Venezuela, las vacaciones infinitas del señor Sánchez y su vuelta al ruedo riéndose de todos con el tema de la preocupante inmigración, y el permanente show del australopiteco de ministro de fomento que tenemos, sólo por citar algunos de los más destacados titulares, el inicio del curso da para mucho. Si decidiéramos dedicar los siguientes programas a analizar todo lo sucedido en agosto, creo que ya tendríamos materia de sobra para cubrir el expediente en Septiembre.