Álvaro Lazaga: “Haber recorrido cinco rutas distintas del camino en 45 días, es la primera vez que lo hago”
Hacer el Camino de Santiago no siempre es un camino de rosas; hay que prepararse físicamente para estar en condiciones, planificarlo con tiempo eligiendo al detalle las rutas y marcando las etapas... Y luego hay que recorrerlo, con el esfuerzo que supone, la falta de algunas comodidades, el cansancio acumulado con los días, las molestas ampollas...
Sin embargo, los posibles inconvenientes se van disolviendo a medida que progresamos en el Camino y se van sustituyendo por recompensas que ni siquiera esperas: beneficios emocionales y físicos que te llevas en la maleta, mucho más útiles que la credencial llena de sellos o la Compostela que recibes en la capital de Santiago al terminar.