Agustín Montón: “Traer al Soro a una conferencia siempre crea expectación”

  • ”El Círculo Taurino presente en el 40 Aniversario de la muerte de Paquirri”

Mucho se ha escrito, desde aquel 26 de septiembre de 1984, sobre la muerte de Paquirri y el cartel que se celebró esa tarde en el coso pozoalbense. Porque muchos han llegado a calificar el mismo de maldito por lo que fue aconteciendo años después. No es para menos si se repasa qué fue de los componentes del mismo y personas que tuvieron que ver con esa corrida de toros.

Once meses después de la tragedia de Pozoblanco, el 30 de agosto de 1985, José Cubero «Yiyo» acudió a la localidad madrileña de Colmenar Viejo a sustituir a Curro Romero. El toro «Burlero», de Marcos Núñez, le infirió una cornada en la axila que partió en dos el corazón del madrileño, que salió muerto de las astas del animal.

En 1994, Vicente Ruiz «El Soro», el único superviviente del cartel de Pozoblanco, sufrió una tremenda lesión en uno de sus tobillos al saltar la barrera en Benidorm, lesión que se agravó por otra que sufrió anteriormente en la Maestranza. Desde entonces, el valenciano ha sido intervenido quirúrgicamente en 34 ocasiones, trucándose su carrera.

Pero no quedan aquí las maldiciones de este cartel de Pozoblanco. Juan Luis Bandrés, uno de los propietarios de la ganadería que se lidió aquel 26 de septiembre de 1984, era asesinado a tiros en diciembre de 1988 en Algeciras por un empleado suyo de la naviera ISNASA.

Un año más tarde, en julio de 1989, aparecía ahorcado en su apartamento de Madrid Tomás Redondo, descubridor y apoderado del Yiyo, un hombre que estuvo en Pozoblanco pero que no pudo resistir la muerte de quien era un hijo para él.

¿Y qué fue de Antonio Salmoral, el cámara de TVE que grabó las únicas imágenes en la enfermería de Pozoblanco? Era colaborador del ente televisivo y a raíz de aquella exclusiva, solicitó que le hiciesen fijo. Nunca lo consiguió. Tres años más tarde de la muerte de Paquirri, él también la encontraba en el Hospital Reina Sofía de Córdoba, a los 53 años, víctima de una larga enfermedad.

El toro, el gran actor de la corrida.

Decirle a un aficionado que lo importante en una corrida es el toro, no deja de ser una perogrullada que nunca está de sobra. No en balde a ese otro público que acude a la plaza generalmente atraído sólo por la fama de un espada, sí hay que advertirle que el gran actor de la corrida es el toro. De ahí que todos los tratados que han analizado con rigor el arte de la lidia hayan puesto especial acento no en el lidiador (que también), sino en quien somete a éste al gran examen de vida o muerte que es la lidia, conceptos éstos que están sobradamente comprobados. Por eso el profesional o el aficionado docto, exige como premisa que al toro nunca se le pierda de vista mientras esté en la arena. De sus reacciones, de su comportamiento en cada uno de los lances de la lidia, debe salir la nota que finalmente se le ponga al espada de turno. Si por el contrario, la atención se centra en primer lugar sobre la figura del torero, es seguro que se está perdiendo parte clave del relato.

La premisa comentada nos exige, sin embargo, que nos ocupemos con todo el respeto que se merecen, de otra de las figuras esenciales que intervienen en la narrativa de la corrida, la del ganadero. Para que el bravo animal se haya ido adaptando a la evolución que el arte del toreo viene experimentando a través de los tiempos (la que exige el público que mantiene la Fiesta) hay mucha ciencia y mucha dedicación. Del toro de embestida incierta y áspera y de gran movilidad que precisaba una lidia defensiva, se ha pasado a un toro de embestida encastada que emociona por su bravura y celo pero más definida, que permite que el toreo alcance mayor armonía y estética. Si tuviéramos que elegir un ejemplo del toro que hoy se lidia y logra que los públicos, iniciados o no, vean la corrida como un espectáculo lleno de matices que emocionan, es necesario referirse a toros como los lidiados en Sevilla o Madrid, de los ganaderos, Santiago Domecq, en primer lugar, pero sin dejar de tocarle las palmas también a Victoriano del Río, El Parralaejo, Fuente Ymbro, Juan Pedro Domecq, La Quinta… todo un rosario de auténticos guardianes de un tesoro genético único.