Última meta volante hacia el cambio de ciclo o línea recta hacia el precipicio

Leopoldo Bernabeu

Se acabó lo que se daba, o empieza lo mejor. Son dos formas distintas de ver lo que se nos ha echado encima de forma, eso sí es seguro, irremediable. Es así como debemos ver esta primera semana completa de septiembre, se acabó la puesta a punto. La vuelta al cole y la liga de fútbol en pleno auge, son síntomas inequívocos de que el verano, o al menos ese tiempo llamado vacaciones que todo lo trastoca, ha terminado.

Ahora entra en vigor la etapa de dualidad entre positivos y negativos, tú eliges.  Hay quien ve estos días como una sudorosa cuesta hacia el agobio y lo desconocido, y quienes lo vemos como una nueva etapa de luz y diversión. Si al fin y al cabo, las cosas van a terminar pasando, lo mejor es tomárselas de la mejor manera, ¿no te parece?

Sé que ayuda poco empezar el día leyendo que los españoles consumimos menos gas, no porque nos hayamos concienciado sobre la puesta en marcha de la mágica fórmula del plan de ahorro que los gerifaltes nos venden, pero no se aplican, sino porque las fábricas cierran y las industrias se paran por la insoportable alza de los precios de esta energía. Tampoco suma comprobar como miles de padres en Cataluña se vuelven a quedar con la ilusión de ver que sus hijos por fin puedan estudiar en español en una parte de España, así de fuerte y lamentable. O que el famoso bono cultural que este Gobierno vendió a bombo y platillo para jóvenes de 18 años, no es más que otra engañifa de la fábrica sanchista al estilo ingreso mínimo vital, mensajes que sólo sirven para apuntarse un titular y luego, si te he visto no me acuerdo. Por no añadir que me resulta de otra galaxia certificar que todo un presidente recién elegido, como el colombiano Petro, diga que a Chile ha vuelto Pinochet porque los chilenos han decidido, en masa, votar en contra de ese texto que su colega andino había intentado colar como nueva Constitución. Demócratas del nuevo puño al aire.

Es cierto que, si nos entretenemos media hora diaria en repasar los principales titulares de los medios de comunicación que todavía sobreviven, quizás los que dejemos de hacerlo seamos nosotros. Pero es lo que tenemos y debemos afrontarlo, intentando, eso sí, ir aprendiendo la lección y empezar a valorar en su justa medida la importancia de eso que llamamos voto y al que tan poco caso hacemos cuando nos dicen que podemos utilizarlo. Tampoco es seguro que ni con esas cambiemos nada. Al propio Putin, ese que cierra la llave del gas de manera indefinida hacia la Europa que le sanciona porque ataca Ucrania, lo eligieron de manera pacífica sus propios conciudadanos, y ahí lo tienes intentando cambiar las normas de convivencia en el mundo al más puro estilo hitleriano. Y a Sánchez, el de aquí, ese que lo arregla todo a base de subvenciones, cheques regalo y todo lo que sea necesario con tal de mantenerse en el poder, también está donde está porque le votó la gente. La política de hoy no es otra cosa que ir renovando a diario un espejismo constante en el que poder sobrevivir mientras nos engañan a todos. Hacer y decir lo que cada momento requiera con el único objetivo de no separarse de un poder que les aporta unos réditos que jamás conseguirían a través de un trabajo corriente para el que, dicho sea de paso, no están siquiera preparados. 

Ha empezado septiembre y volvemos a comprobar que no hay límites para la desfachatez, que no existen suficientes líneas rojas que saltarse, que el populismo se multiplica a nivel internacional y que, a pesar de la infinidad de veces que hemos escuchado que “aquellos que no conocen su historia tienden a repetirla”, nuestro desconocimiento, hechos y actuaciones, nos conducen de cabeza hacia la deriva de los éxitos sociales conseguidos con tanta sangre, sudor y lágrimas por aquellas generaciones que nos precedieron, pero a las que faltó tiempo para explicarnos con detalle que pasa cuando dejamos en manos de los peores las más importantes decisiones sobre nuestro futuro. 

Supongo que hablamos de una rueda que tiene por inevitable volver a pasar por caminos que ni ella misma desearía, pero mientras existan políticos carentes de la más mínima vergüenza, que un día anuncian una bajada del iva del gas cuando son meses los que otros llevaban pidiéndolo, acercan a cárceles mucho más familiares a los asesinos de sus propios compañeros con tal de que sus jefes políticos les sigan votando los caprichos, o están encantados de azuzar la guerra entre las dos facciones de independentistas que le sostienen en el poder, convencidos de que mientras tanto no les piden que les sigan perdonando más atrocidades, poco o nada bueno podemos esperar de esta insensible caterva.

La forma de actuar de Pedro Sánchez en estos primeros días de septiembre ha pasado de ser lo ridícula y mentirosa de siempre, a terrible y alucinante. Ya no sólo nos miente a diario con promesas que ni por asomo tenía en mente cumplir pero que nos habían dado pie a esa nueva cultura del meme, sino que ahora se enfrenta sin pudor a los empresarios de este país faltándoles el respeto en su propia cara y llamándoles lo que le apetece en cada momento, al más puro estilo de la cabra que se echa al monte.

De su chistera se saca ahora una vuelta a España, sin el esfuerzo de nuestros ciclistas por supuesto, para vender, en círculos muy cerrados y rodeados de los suyos, tanto los del carnet como los de la mediática pagada, que el sí sale a la calle a explicarnos lo bien que lo hace y lo bien que funciona España. Es el resultado de  tener subalternos para todo. Otro evidente capítulo de ese comunismo que todos balbucean pero nadie comprende. Primero nos arruina a base de inflación y luego nos reparte unas migajas de la galopante subida de impuestos con los que nos ha ido esquilmado los bolsillos. Pero sólo, eso sí,  a los que acepten aplaudirle, al estilo de esos 50 ciudadanos que ha invitado a la Moncloa y que, televisión en directo, nos intentan convencer de que tienen la solución a los problemas de un país que cierra empresas, crece en desempleo, tal y como ya adelantó la clase empresarial para después del verano ante ese espejismo de una reforma laboral que no lo era, o hacemos acopio de leña ante un invierno en el que ni siquiera sabemos si tendremos gas o podremos pagarlo. Pedro Sánchez es el verdadero Podemos, el sustituto natural de un Pablo Iglesias que lamenta cada día haber abandonado la poltrona antes de tiempo. Nada nuevo en el horizonte.

La pregunta que me sigue erosionando el cerebro es que hace mientras tanto ese Psoe con 140 años de vida. Ese Psoe que está en contra de los ataques de Yolanda Díaz a la clase empresarial, pero calla cuando es su jefe quien señala a banqueros, eléctricas y todo aquel que crea puestos de trabajo en este país. 

Ayer conocía por boca de dos amigos que la mujer de uno cobraba 460 euros al mes de subvención por no hacer nada y 390 si quería limpiar aulas de colegios unas horas por la mañana. Y del otro que su amigo inmigrante recibía el doble si se quedaba en casa con su familia llegada también desde Marruecos o la mitad si decidía ponerse a trabajar aceptando la oferta de trabajo recibida. ¿Tú que harías? Estamos destruyendo este país, gastando lo que no tenemos y, no te olvides, alguien tendrá que devolver. Vamos a tener muchos años para lamentar todo lo que estamos consintiendo al cerrar los ojos y ponernos la pinza en la nariz.

No es que Núñez Feijoo sea santo de mi devoción, pero en vista de la situación del desaparecido Ciudadanos con Arrimadas escribiendo su propio epitafio, o Santiago Abascal todavía buscando el camino que perdieron con su tortazo monumental en Andalucía, es la única esperanza a la que podemos agarrarnos los españoles. Al menos nos queda la constancia de sus cuatro mayorías absolutas en una comunidad que funciona bastante bien como Galicia. Lo que sí conocemos de sobra es lo que ahora padecemos y de cada uno de nosotros depende un cambio de rumbo o seguir avanzando por la línea recta hacia el precipicio.

Mientras eso llega, disfruten lo votado.