Rutas misteriosas y paisajes de ensueño en la nueva aventura de Autocaravana Vivir.

Empezamos a conocernos y nos gusta coquetear. Ambos coincidimos en lo que nos apetece, escaparnos. Buscamos momentos sin descanso y ponemos las excusas que hagan falta. Tenemos claro que el invierno nos apasiona y en este segundo aniversario no podíamos decaer en nuestra relación. El cariño es algo que necesita cuidarse cada día. Autocaravana Vivir y este servidor están de nuevo en ruta. La experiencia del pasado Febrero, conociendo el interior de Gerona y sus zonas más altas, nos invitaba a repetir. Salimos el viernes a mediodía, con horas de retraso. Y es que nos cuesta arrancar, pero cuando lo hacemos nadie nos para. Nos estamos aficionando al perverso juego de vivir viajando, a golpe de escuchar a quienes lo practican, empezamos a creer en ello. Por fin hemos superado la barrera más difícil, esa que existe entre engañarse repitiendo “la vida hay que vivirla” y practicarlo con sinceridad. Es un placer que viajes con nosotros y nos ayudes a conocer los lugares que nuestra ilusión visita.
En esto de viajar con la casa a cuestas, son pocos los motivos que hacen falta para echarse a la ruta, pero siempre es bueno maquillar lo que finalmente sucederá, con alguno de ellos. Estoy seguro que a mi madre, que de nuevo me acompaña, le haría mucha ilusión visitar a sus primos de Beziers, en Francia. Unido eso a que Cadaqués es un pueblecito catalán que Dalí hizo pasar a la historia, ya tenemos más que suficiente. Medimos kilómetros y los repartimos en tres capítulos, que eso de hacer demasiados tampoco es lo que prima cuando vas en Autocaravana.
El Delta del Ebro es una de esas zonas por las que habré pasado mil veces y nunca he parado. ¿Te sucede con muchos lugares?. Este era el momento perfecto. Llegamos a San Carles de la Rápita oscureciendo, y según mi plan el mar me esperaba en calma. Si todo este viaje voy a dormir en sitios como la primera noche, tendré que lanzarme a escribir un libro. Con la sola compañía del cielo estrellado y el sonido de las ligeras olas del mar, desperté antes de que amaneciese para poder sentarme junto a un buen café viendo en la lejanía la famosa playa del Trabucador que da fin a la Península de la Baña, uno de esos lugares con los cuales la infinita España se empeña en demostrarnos todo lo que nos queda por ver y vivir.
Dos horas de caminata matinal por la pequeña carretera que conduce hacia las marismas eran suficientes para convencerme de que hasta donde el camino lo permitiese, íbamos a ir rodando. Con los últimos kilómetros recorridos por la propia arena de playa y extasiados con las asombrosas vistas que esa lengua de arena construye en medio del mar, llegamos hasta allí para mostrártelo.
Hora de continuar, mis buenos amigos Arabela y Domingo, nos esperan en La Pineda, junto a Vilaseca, frente a Port Aventura, para comernos unos ricos calçots. Un mediodía familiar perfecto para reponer fuerzas y seguir el camino, aun quedaban varias sorpresas hasta alcanzar ese destino que, como excusa, ha venido de lujo desde el inicio.
Hora y cuarto de camino me dice el móvil que queda hasta Terrassa, una gran ciudad paralela a Barcelona en la que vive mi amigo virtual Carlos Dueñas, director del programa TONDI, con el que llevo tratando en Radio 4G Benidorm desde hace tres años y con el que todavía no me había dado un abrazo. Después de un buen café y una intensa charla, convertido ya en amigo real, puso otra nota de color a un primer intenso día en esta nueva aventura. Con la noche encima nuestra, me dirijo hacía ese lugar marcado a fuego entre mis planes, Verges, un pequeño pueblo del interior gerundense donde una casa llena de misterios… me espera.
La culpa la tienen mis amigos Adrián y Endika, los productores del podcast La Posada del Cuervo. Ellos pusieron el prólogo a esta locura. Leer el libro y entrevistar a su escritora, Marta Fontana, fueron la guinda a un pastel que estaba todavía por abrir. Llegué muy de noche, aparqué en un amplísimo descampado y no esperé para buscar La Casa de Verges. Cual fue mi sorpresa al llegar y ver la puerta abierta. Frío, luz medieval y ni un ángel por las calles, motivos suficientes para que se me erizara todo el vello del cuerpo. No me atreví a entrar...
Algo que sí hice a la mañana siguiente después de recorrer doce kilómetros por senderos, ríos, inmensos prados y naturaleza en estado puro, hasta llegar a Bellcaire d´Empordà. Desayuno y ducha rodeado de decenas de anticuarios en un rastro espectacular que se cruzan en mi camino… de nuevo hasta La Casa de Verges. Os dejo el vídeo que grabé publicado en esta misma página de Facebook.
¿Te has fijado para todo lo que da proponerse una ruta?. No tardes en aprender que eso de los destinos son sólo la excusa. El viaje empieza a disfrutarse en el momento que se inicia. Tardé años en darme cuenta, aunque siempre tuve esa percepción. Es infinitamente mejor el trayecto y todos sus imprevistos, que el destino. Todavía no he llegado a Cadaqués…