Qui cum infantibus pernoctat, excrementatus alboreat.
Pablo Casado se hizo con la Presidencia del Partido Popular enarbolando la bandera de la regeneración y de la recuperación de los valores tradicionales del PP, asfixiados y sacrificados en la etapa de Rajoy en el altar de la gestión como si fueran incompatibles. Parecía que podía e iba a conectar con la “España de los balcones”, con los votantes populares de siempre que arrinconados y desencantados se estaban marchando hacia Ciudadanos y hacia Vox. Pero en muy poco tiempo se empezó a desmarcar de sus promesas. Olvidó muy pronto que debía prestar atención a la gran masa de votantes no socialistas que una vez lo fueron del PP.
Las mayorías se alcanzan construyendo una gran coalición, una gran alianza con los electores afines. El proceso consiste en detectar las verdaderas necesidades de los potenciales votantes y ofrecerles soluciones creíbles y establecer con ellos lazos afectivos y, para ello, es imprescindible conocerlos y sintonizar con ellos. Sin embargo, Casado y su equipo parece que desde un principio han olvidado quiénes son sus potenciales votantes y no se han preocupado de atender sus aspiraciones. Da la impresión de que han pensado que los potenciales votantes vendrían a ellos porque sí o que lograrían la mayoría electoral suficiente para gobernar por el simple desgaste del adversario político. Y da la casualidad de que la inmensa mayoría de los votantes de Vox o de Ciudadanos antes lo eran del Partido Popular. No se puede insultar constantemente a los votantes de estas formaciones como se ha venido haciendo, porque la ofensa es un obstáculo para recuperar a los antiguos votantes. Decir que el partido de Ortega Lara se mancha con la sangre de las víctimas de ETA es una grave y gratuita ofensa. Negarse a formar gobiernos autonómicos con Vox cuando sabes que tú solo no puedes gobernar es suicida por mucho que agrade a la izquierda mediática. Es decir, el PP de Casado se ha esforzado mucho más en señalar e incluso inventarse diferencias con Vox en lugar de buscar los puntos de unión que están, sobre todo, en la identidad sociológica de los votantes de ambos partidos. Pero es que, además, la práctica histórica avala la permanencia de una tendencia, cuando se gobierna en coalición el grande termina absorbiendo al chico porque es cuando el elector trata de recurrir al voto útil en la siguiente convocatoria.
Esta nefasta estrategia se ha visto rematada con una gestión suicida y absolutamente miserable en torno a la Presidente de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. No hay una explicación lógica para lo ocurrido. Sería muy simple pensar de que se trata de un asunto de celos políticos por parte del entorno de Casado porque de ser así también lo sería de falta de inteligencia. El tirón electoral de Ayuso y su popularidad solo serían una baza a favor para un líder inteligente, sin complejos y seguro de si mismo. En Génova, el Secretario General, con el consentimiento de Casado, organizó una verdadera caza de brujas, mejor dicho, de la “bruja”, usando medios ilegales. Pero lo que es ya el colmo de la ignominia fue enviar mensajes en noviembre a Mas Madrid y al propio Errejón alertando de la existencia de un posible contrato sospechoso, intentar contratar a agencias de detectives o esgrimir públicamente en la COPE datos confidenciales obtenidos ilegalmente en el Ministerio de Hacienda.