¿Qué nombre tiene la ilusión?

Hace ya más de 40 años, un grupo de amigos jugábamos a diario por la calle Apolo XI cuando, un buen día, se nos unió un chaval tan rubio como desgarbado que acababa de aterrizar recién llegado de Madrid, de los barrios del sur de la capital. Venía hasta nuestra ciudad con su amplia familia, y lo hacían todos con la mirada fija, dispuestos a iniciar una nueva vida. Los ojos, del que a partir de ese momento sería ya uno de los mejores amigos que he tenido en mi vida, destilaban ilusión, alegría y distancia. Los de sus padres, en cambio, tenían ya sellado a fuego el paso de esos años en los que duele dejar atrás una vida para aventurarse hacia lo desconocido. Recuerdo como si fuera ayer a sus hermanas, la mayor y la pequeña, y en medio a Joaquín, Manolo y Santi, cada uno con su bagaje y su historia detrás.

Pero él, Alfonso, ya anunciaba maneras, liderazgo, confianza en sí mismo, clase para saber donde estaba su sitio y lo que de él esperaban los demás. Tenía tiempo siempre para todo, demostrando a quienes le rodeábamos, que la vida da para mucho y no hay porque correr más que el tiempo. Desde muy joven dejó claro con su ejemplo que, además de divertirse conforme a la edad, se podía también aportar a la familia, y ya entonces los demás, esos que aprendíamos de él, le seguíamos sin preguntar. Nos poníamos a sus órdenes para ayudarle y aprender. Su vocación era la carnicería, y algún maestro pudo confirmar su pundonor desde muy joven.

Siempre sentí admiración por mi amigo Alfonso Lara. El miedo al fracaso nunca fue con él. Las incertidumbres las ha borrado con esfuerzo y dignidad, y el liderazgo lo ha ejercido siempre con la mirada, fuerte y limpia. Es de esos a los que no les hace falta levantar la voz. Marca líneas invisibles que nadie se atreve a rebasar sin necesidad de dibujarlas. Sólo él podría acertar el cálculo de las decenas de miles de horas trabajadas para llegar a donde hoy está. La vida premia a quien en ella cree y no le teme. Alfonso Lara es un buen parámetro en el que medir resultados y describir disciplinas. Su honradez le precede.

Hace tiempo que le veo sufrir en silencio, hay cosas que son inexplicables y aún así hay que continuar. Valiente como los empresarios de raza, ha emprendido el paso anhelado desde hace años sin mirar atrás. Con cautela, pero sin dudas, hablando poco y sonriendo mucho. Por fin su nombre, marca consolidada entre el comercio de Benidorm, va a lucir en color oro, como él merece. Junto a su plantilla de siempre, Antonio, Santi… va a ponerse al frente del orgulloso mostrador de una nueva Carnicería que mejora el adjetivo en sí, la suya propia, levantada por él desde a hasta la z.

Su nuevo negocio, parido del sacrificio, el esfuerzo y alguna lágrima escondida, es la envidia sana del ejemplo a seguir por todos. Alfonso Lara, madrileño de origen, benidormense de adopción, quiere devolver a su ciudad lo que su gente, durante tantos años, le ha dado. Clase y categoría al servicio de sus vecinos, sus amigos, sus clientes y su familia. Alfonso Lara va a cumplir su sueño y sus amigos, rendidos de nuevo a la excelencia de un personaje cuyo molde se perdió al nacer, volvemos a rendir pleitesía con el orgullo inmenso de poder contar a los cuatro vientos que él, es nuestro amigo, el de siempre, el que nunca deja de creer y de crecer.

Satisfacción infinita, no por ver a Don Alfonso Lara poner un proyecto tan emblemático en marcha, no por ver como genera y mantiene tantos puestos de trabajo, ni siquiera por poder seguir disfrutando de las mejores carnes y embutidos de la zona cada día, sino por ver la ilusión en sus ojos. Casi dos metros de tío que se derriten con una palabra de afecto. No es de extrañar que la vida le premie, lo merece más que nadie. Enhorabuena amigo.