Olga Avellán, la mejor de las sonrisas

Por

 Mónica Nombela Olmo

Cuando alguien se nos va tendemos a exagerar sus virtudes, e incluso a atribuirle dones que el difunto no tenía, o al menos no de la manera que los presentamos. En el caso de Olga María Avellán Requena ocurre justamente lo contrario, pues las palabras se quedan cortas para definir a la persona que nos ha dejado el 22 de enero de 2022, después de luchar durante tiempo contra esa terrible enfermedad llamada cáncer, que nos asola. La marcha de Olga Avellán, periodista, madre de dos preciosos niños, Alejandro y Andrea, y esposa del también periodista Andrés Maestre nos deja un vacío que nadie podrá llenar. Ha sido una pérdida terrible.

Olga era ante todo una mujer vital, divertida, siempre sonriente, luminosa. Sabía ser simpática sin resultar empalagosa y era sencillamente arrolladora. Nada se le ponía por delante y sabía ser buena amiga, decir lo que pensaba sin ofender y defender aquello en lo que creía por encima de todo. Era una mujer brillante, inteligente, bondadosa y con encanto. Su temprana muerte, a los 41 años, es la plasmación evidente de que la vida es injusta y que, como cantaba Mecano, “esta lavadora no distingue tejidos”.

Cuando supo que estaba enferma, Olga decidió seguir adelante con su embarazo y luchar tanto por ella como por la hija que traía, sin tener que hacer elecciones. Andrea nació y vive, como su madre quería, y Olga hizo lo imposible para poder sobrevivir a la enfermedad y ver crecer a sus dos niños, pero lamentablemente el maldito cáncer ganó la partida. Estaba en un momento dulce en su trabajo, había logrado el éxito profesional.

Olga nos dio a todos una lección imborrable cuando decidió escribir un precioso a la par que duro libro, que tituló Mi mamá no tiene pelo, sobre la situación de una madre enferma, como ella, en el que da pautas sobre cómo explicar a los hijos el cáncer. El libro fue un bello proyecto que compartió con muchas otras personas, porque ella lo había soñado así, como una idea colectiva en la que participaran educadores, médicos y artistas. En realidad, fue un acto de amor y una enseñanza, que nos quiso brindar a todos sus amigos para que no estuviéramos tan tristes cuando la despidiéramos. Y lo hizo a lo grande, con una multitudinaria presentación en Aspe en la que la gente ni cabía y en la que creó una beca de investigación que espero de todo corazón que siga adelante, en recuerdo de la gran mujer que nos ha dejado. Bravo, Olga.

Gracias por tu amistad, por tu cercanía y tu fuerza. Los que te conocimos y queremos nunca te olvidaremos y lucharemos porque el legado que dejas perdure en el tiempo. Hacen falta más personas como Olga Avellán para recordarnos que la vida vale la pena. DEP, amiga.