Nos jugamos mucho más que cuatro años

Leopoldo Bernabeu

Si a los españoles nos diera por tener un mínimo de memoria, nos ahorraríamos muchos telediarios y bastantes discusiones. Esa memoria valdría tanto para actuar en un sentido como en el contrario, al fin y al cabo, actuar. Estamos durante cuatro largos años quejándonos de cuanto sucede a nuestro alrededor, disparando bilis en todas las direcciones y convirtiendo la queja en el más habitual de nuestros hábitos, y cuando llega nuestra preciada posibilidad de variar el rumbo de las cosas, una especie de sonambulismo nos invade y conduce por dos caminos difícilmente explicables, nos quedamos en casa despotricando del nulo efecto que nuestro voto va a tener en un sistema corrompido, o directamente votamos lo mismo que hemos maldecido.

Ayer mismo leía críticas de la suciedad que hay en una población de esta comarca en la que el partido en el gobierno ha vuelto a sacar mayoría absoluta después de 20 años en el poder, incluso mejorándola. ¿Es alucinante o no?

Pero no nos desviemos. Decía sobre la memoria que el retenerla nos ahorraría muchos capítulos de desvergüenza y ridiculez, sobre todo a los sufridores ciudadanos que, campaña tras campaña, tenemos que aguantar meses de estar escuchando de aquellos que matan por seguir viviendo de nuestros impuestos, todo tipo de extravagancias, cuando no sensacionales estupideces, hasta que por fin podemos ir a votar para botarles. Y es entonces cuando se repite el tortuoso e incomprensible círculo vicioso. Primero por lo ya explicado y segundo porque en breve volveremos a tener otras elecciones en ese interminable bucle en el que nos han metido sin darnos cuenta.

¿Qué campaña necesita un español normal y corriente para decidir a quien votar?. Quien a estas alturas y después de cinco años de Gobierno de Pedro Sánchez, tenga claro que le quiere seguir votando, ni Feijóo, ni Abascal, ni Yolanda, ni Dios bendito resucitado, le va a cambiar su opinión. Quienes por el contrario haga ya meses, sino años, que tienen claro que a este señor hay que desviarlo cuanto antes a la parte más subterránea del disco duro de los capítulos olvidados de un ordenador abandonado en cualquier vertedero ilegal, tampoco habrá arcángel alguno en la Biblia que le vaya a hacer entrar en razón, como dirían en el bando de la encíclica de bar hacia los descarriados.

Escuchar al todavía presidente de Gobierno plantear la posibilidad de celebrar 6 o 7 debates con Feijóo, sólo tiene un nombre, desesperación. Y combatir eso desde el poder, con el BOE y el dinero de todos, tiene mucho peligro, sobre todo para aquellos que necesitan una campaña política para decidir que quieren para la España de sus hijos y nietos. El único objetivo que se persigue es intentar, a través del juego del trile, poner delante de una cámara a un contrincante con el ánimo de sacarle de sus casillas, que pronuncie alguna frase fuera de guión y utilizar esos deslices para machacarle durante el resto de semanas hasta desgastarlo sin piedad. Ya nos conocemos todos.

Hoy día los medios no trasladan noticias, sólo deslices convertidos en titulares. La política y la democracia hace tiempo que dejaron de ser ese arte creado por los hombres para intentar, durante un tiempo limitado, mejorar la vida de sus conciudadanos. Hoy no es más que un suculento modo de vida, una de las mejores formas de sobrevivir a cuerpo de rey sin pegar palo al agua… y por seguir ahí hay muchos que matarían. El último de los ejemplos más tremebundos fue ver a todos los diputados y senadores socialistas aplaudir al principal culpable de su inexorable derrota el día anterior. Veréis como son los mismos que le sacan la piel a tiras en cuanto llegue el cercano 23 de julio y pierda el poder.

España podrá hoy ir mejor o peor, depende a quien le pidas un análisis. Yo creo que vivimos es un espejismo económico cuya inercia nos mantiene a flote gracias a los recursos que nos llegan de Europa, el desvergonzado incremento de nuestra deuda pública y el tiempo que todavía dura el efecto champagne tras salir de la pandemia. Pero esto no se sostiene mucho más, la deuda nos come por los pies y el resto de países de la Unión ya ha decidido ir cerrando los grifos del maná. Aún con todo, volver a confiar en alguien que ha indultado a quienes cometieron el golpe de Estado en Cataluña y asociado con quienes han asesinado a 850 españoles, amén de un incalculable sin fin de insoportables mentiras, es de no estar muy cuerdo. 

No hace falta ser catedrático para haber leído mínimamente sobre la historia de España y certificar que el episodio de esquizofrenia que adultera la realidad del amigo Sánchez, no es muy distinto del que llevó a esos cuantos locos de renombre cicatrizado en nuestra mente a llenar su currículum con millones de muertos inocentes a sus espaldas. Los tiempos han cambiado y repetir esos capítulos se nos hace bastante más difícil de creer, algo que también pensaban los ucranianos hasta el día anterior a la invasión rusa.