Los fantasmas del Torreón de Covarrubias quieren contarme sus historias medievales

Lo primero que llama mi atención y no es la primera vez, es el transcurrir del tiempo. La velocidad con la que suceden y transcurren los acontecimientos sólo está en nuestro pensamiento. Quizás sea esta la abducción a la que se refieren todos aquellos que han tenido el privilegio de encontrarse con un ovni en su vida. A mi me sucede cuando viajo en Autocaravana Vivir. ¿Será la extrema felicidad que me persigue o el simple hecho de cambiar la rutina diaria?... Terminé mi último episodio cuando la selección española enfrentaba sus fatídicos penaltis y, desde entonces, han transcurrido un mundo de situaciones vividas dignas de ser contadas… pero en realidad solo han pasado dos días y medio. Ojalá encontrara las palabras adecuadas para descubrir esa sensación.

¡El viaje es mucho mejor que el propio destino! Es la reflexión que empecé a visualizar cuando Autocaravana Vivir cambió mi percepción de la vida, y hoy la tengo totalmente interiorizada, hasta el punto de no tener claro si en realidad lo que me gusta es hacer kilómetros disfrutando de esos impresionantes paisajes que hay repartidos por toda la geografía española o la excusa de visitar los lugares que unen sus extremos. Dejarse llevar a través de estos caminos sin pedir permiso, y disfrutarlos sin pagar entrada, es navegar dando lecciones a tu propia imaginación convertido en el protagonista de tu propia serie. Pruébalo!!

Aparcado ya a las afueras de Castrobarto, y tras una primera toma de contacto con este pequeño pueblecito del norte burgalés, con unas vistas a ese monte salpicado de verdes y marrones que bordean la perfección y al que recubren las nubes bajas, presagiando una noche sin luna llena, voy describiendo sobre el papel con notable torpeza lo vivido hasta este momento. Instantes después, renacido como cualquier escritor que termina su libro y con la selección eliminada, recibo un mensaje que cambia por completo las decenas de rutas programadas a lo largo de las últimas semanas. Una maravillosa noticia pronostica, sin embargo, que no tardaré en volver por estas frías tierras para cumplir mis compromisos con la soledad y tristeza del escenario asesino que un enloquecido padre causó en el ya desaparecido poblado de Muga, con las dudas sobre la nebulosa que recubre la historia de la Enferma de Montecillo en Espinosa de los Monteros, y la adrenalina misteriosa que estoy seguro viviría durmiendo en la laguna de Cernégula junto a las 400 brujas que allí acuden cada noche desde todos los puntos de España. Y así hasta 21 escenarios de película de ciencia ficción que se describen, una tras otro, en Burgos Misterioso. Volveré !!

Juan José López, investigador y escritor de este mágico libro, ese documento que ha rellenado mis últimos capítulos de este intenso año que ya vislumbra su final, me pide que le acompañe en la presentación de su obra en el Torreón de Fernán González de Covarrubias, una fortificación con más de diez siglos de historia, primera construcción fortificada castellana, declarada monumento nacional en 1.931 y único superviviente de la red que en la primera mitad del siglo X protegía la frontera que discurría por el río Arlanza hasta su desembocadura en el Pisuerga. Todo un privilegio para este humilde aprendiz de casi todo que se completa al descubrir, también entre los capítulos de este revelador libro, que está habitado por una dama blanca que se aparece a su gusto en los últimos pisos…y con la que espero tener el placer de coincidir.

Si llegar a Castrobarto y disfrutar de esa mezcla que produce un lugar pequeño, casi deshabitado, sombrío y gris, amenazado por nubes, nieblas y las primeras de gotas de lluvia, es un auténtico placer que se hace necesario saber disfrutar, la odisea es completa cuando a la mañana siguiente y con los primeros claros del amanecer, salgo a caminar por carreteras y caminos que parecen estar fuera de los mapas y que unen pequeñas aldeas a través de senderos que conjugan a la perfección ese silencio que obliga a los sentidos a estar en permanente guardia y ese sempiterno misterio que agudiza la imaginación sobre todo lo que podría aparecer en cualquier instante. Los enormes rapaces que sobrevuelan sin miedo junto a ti, son el preludio que precede la visión de esos ciervos, jabalís, zorros y corzos, que te recuerdan lo minúsculo que eres y que aquí, en semejante escenario, el único que debería tener miedo eres tú.

Tal y como decía Charles Dickens, “Toda familia de alguna antigüedad o importancia, tiene derecho a un fantasma”, y el imponente Torreón de Fernán González no iba a ser menos. Allí llegó el principal culpable de esta inolvidable aventura para disfrutar de los mil encantos que las medievales calles de Covarrubias ofrecen, además de los formidables paisajes que desde Burgos y hasta el Monasterio de San Pedro de Arlanza, ofrecen las tierras del Cid Campeador, cuna de Castilla y de la España que hoy seguimos disfrutando.

Estaba entre mis planes visitar este pueblo, enclavado entre los más bonitos de España, e incluso asistir a la presentación de este libro. Es lo mínimo que podía hacer por alguien que tuvo el detalle de convencer al párroco de Santa María de Altamira para que me dejara conocer, muy de cerca, a la momia del Chantre. La sorpresa devino al conocer sus verdaderas intenciones. Sentarme junto a él y al otro gran artífice del momento, Millán Bermejo, responsable junto a su encantadora Paloma, de hacer a diario las delicias de los cientos de curiosos que quieren husmear en la longeva historia que se esconde intramuros, era un completo privilegio…que había que preparar para no desentonar en demasía. ¡Menos mal que había traído ropa adecuada, es lo primero que pensé!

El marco y el entorno no podían ser mejores, de echo aluciné al verlos. Una coqueta sala medieval dentro de la mismísima fortificación, era el escenario previsto. Ese primer vistazo me puso en guardia y obligó a afinar todavía más mis palabras. Inició la presentación Millán, que para sorpresa mía es también el alcalde de Covarrubias, describiendo como conoció al escritor y alabando las bondades de un libro que deja en magnífico lugar a su histórico pueblo, al Torreón y a las intactas posibilidades de una gran provincia como Burgos.

El misterio puede ser sin duda un perfecto polo de atracción turística en una España en la que sus índices de popularidad suben como la espuma. Y ese fue uno de los argumentos que yo esgrimí, quizás por defecto profesional de quien siempre busca en el turismo la fuente inagotable de recursos económicos. Hablar del libro, de su artífice y de Covarrubias, completaron esos minutos que siempre agradeceré a Juan José López, un gran investigador que recubre bajo su piel el diamante sin pulir de un excelso novelista de obras maestras sobre el misterio. Ya se dará cuenta y todos lo disfrutaremos.

Y si la presentación fue un éxito, mi inesperado premio, la guinda del pastel, estaba por llegar. Millán Bermejo, un tipo encantador, me dijo, como el que no quiere la cosa, si me apetecía visitar el Torreón. No podía creerlo. Me invitó a subir por las escaleras laterales hasta los pisos superiores. Era noche oscura y el Torreón había cerrado hacía horas, produciendo con ello una adrenalina especial. Me indicó el camino y, aunque esperaba compañía, fui solo hacia el escondite secreto de esa dama de blanco que tantos capítulos de misterio ha producido en este Torreón a lo largo de los últimos siglos. Subí los tres pisos y de nuevo me volví a sentir realizado, no necesitaba nada más. Fueron minutos mágicos en los que esperé encontrarme con la Dama…

Cenar después con el alcalde y su mujer y con el escritor y su familia, confirmaba que el enfoque que he dado a mi vida en estos últimos años es el correcto. Agradecido y sorprendido a partes iguales, cerré una velada marchando encantado hacia la casa de mis sueños, Autocaravana Vivir, convertida ya en realidad. Los planes de la mañana siguiente empezaban a pedir permiso por coger el relevo a una noche que todavía tenía que transcurrir…bajo un constante manto de agua.

Y fue la suerte del que el bien profesa para todos los demás, la que me permitió completar la mágica caminata de un recorrido por la preciosa y angosta carretera que une Covarrubias con el Monasterio de San Pedro de Arlanza. La constante amenaza de lluvia quedaba relegada como la menor de las razones que decidían, cada pocos pasos, el continuar o no. Un silencio atronador, aderezado por los carteles anunciando el peligro de las batidas de jabalís y el amenazante vuelo de incontables parejas de buitres, algunos a apenas a cinco metros de altura, era sólo interrumpido por la corriente del río Arlanza, guía permanente de la trayectoria a seguir. Y así hasta la aparición, tras una curva, de la imponente visión de un Monasterio que, tras volver a la Autocaravana, ducharme, desayunar, dar un buen bocado al libro de mi admirado Manuel Sánchez y comer un rico menú compuesto del potaje de alubias y el revuelto de morcillas que no se deben perdonar por estos lares, volvería a visitar por la tarde, iniciado ya el camino que me trajo anoche hasta mi añorada Calatayud, lugar emblemático en los recuerdos de mi más temprana juventud, y desde la que estoy escribiéndote esta líneas que espero te hayan gustado. Apasionante. Hasta la próxima.