La doble moral de Pedro Sánchez
JOSEMI RODRÍGUEZ-SIEIRO
¿Cómo no se va a aferrar al cargo, si no tiene cargas? Ni incomodidades, ni tan siquiera gastos. Vive fastuosamente, como corresponde a su trabajo, en un palacio, rodeado de una corte de aduladores, que lo admiran, lo veneran, lo justifican y lo adoran, porque hay que ser muy listo para mantenerse apoyado y auspiciado por unos señores que siempre han detestado su forma de vida, pero que le están cogiendo gusto al tema. No hay más que ver la diferencia de cómo vestía la gallega y como luce ahora. Tanto es así que su avión, el famoso Falcon, se lo presta a un grupo de amigas para ir a Nueva York, cuando alguna de ellas, hasta hace muy poco tiempo, no conocía más medio de comunicación que el metro o el autobús. Todo sea por su felicidad, por ver los selfies de las ilustres viajeras en la Quinta Avenida que, como dijo una de ellas a una amiga, «tía nada que ver con la calle más importante del pueblo» y, en definitiva, por su mantenimiento en el poder. Al fin y al cabo las hizo felices, porque viajar en línea regular no produce el mismo morbo. Sospecho que ese vuelo privado debió de ser de antología.
De momento estamos todos de veraneo, ó sea sin corbata por los calores, en mi caso, no por orden presidencial o sugerencia y recomendación de quien solo persigue el bien de la ciudadanía. Veremos lo que se propondrá cuando llegue la anunciada crisis y aparezcan los fríos. Seguramente se resucitará aquel ordinario jersey de lana de punto gordo que usaba Marcelino Camacho. Espero con ansia sus dictados sobre moda de cara al invierno.
Pero como el personaje nunca defrauda, como nunca lo hizo para mi gusto James Bond, lo mismo se traslada en helicóptero, que en avión, lejos de aquel discreto y hasta cutre Peugeot que lo encumbró, después de haber padecido sus incomodidades y que, a buen seguro, juró que no las volvería a pasar nunca.
España en llamas. Incendios por doquier, paisajes lunares y fuego acechando viviendas con cortos medios para apagarlos. Pocas o ninguna visita a los afectados, la mayoría gente laboriosa y trabajadora, que no entiende de viajes internacionales, ni de veraneos en La Mareta, un palacio real regalado por un rey jordano a nuestro Rey Padre y ahora convertido ya en la residencia oficial de verano, o al menos de parte de el, del Señor Presidente, familia y posiblemente de amigos. Una isla preciosa, Lanzarote, y máxime cuando se tiene un Falcon a mano. Este dato le permite, si se aburre allí, volar a Sevilla y, desde allí, viajar al Coto de Doñana, en Super Puma, porque seguro que piensa aquella vulgaridad de que «en la variación está el gusto». No lo critico, lo constato y estoy muy orgulloso de ser español y de tener poderío.
Se critica que contamina demasiado tanto desplazamiento innecesario, pero yo creo que es posible que tenga una bula, como aquella que teníamos cuando yo era niño y en Cuaresma nos permitía comer carne a cambio de un óbolo. Esa bula le da la posibilidad de poder contaminar a gusto, sin pudor y sin remordimientos.