Justo Nombela Maqueda, in memoriam
Mónica Nombela
Justo Nombela Maqueda, mi padre, fue una gran persona, por encima de otras consideraciones. Aprendió desde bien pronto que en esta vida lo más importante era eso, gracias a las enseñanzas recibidas de sus padres, Santiago y Carmen, hija y hermana de veterinarios.
Justo fue un alumno brillante y muy esforzado, que estudió con becas la carrera de Veterinaria, cuando las becas se ganaban a base de codos, y que se hizo doctor a edad temprana. Fue Delegado de los Estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid, donde nació, y profesor de la Escuela de Veterinaria, pero pronto lo ficharon en Campofrío, Burgos, donde montó y dirigió el primer laboratorio de la industria cárnica de España. Contribuyó al desarrollo de esta empresa como directivo, interviniendo en un importante acuerdo con una compañía norteamericana, pero su sitio estaba en Madrid, cerca de su familia. Decidió opositar, con tres hijos ya y el cuarto en camino, al Cuerpo Nacional Veterinario, y aprobó sin problemas. Fue un excelente profesional durante toda su carrera, habiendo obtenido dos condecoraciones por su trabajo. Representó a España en Bruselas, para preparar la entrada a la Comunidad Económica Europea. Fue Subdirector General de Sanidad Veterinaria y de Sanidad Exterior, en el Ministerio de Sanidad. Viajó por todo el mundo, especialmente a África, adonde realizó veinte misiones diplomáticas y técnicas. Presidió varios tribunales de oposiciones al Cuerpo Nacional Veterinario y de Veterinarios Titulares, así como la Asociación del Cuerpo Nacional Veterinario y organizó los actos del centenario de dicha Asociación.
A la que fue su compañera a lo largo de 55 años de casados, Nieves Olmo, la convenció para que estudiara el acceso a la Universidad para mayores de 25 años y después también la carrera de Veterinaria, teniendo los cuatro hijos pequeños.
Como era tan inquieto, estudió además tres cursos de la carrera de Derecho y escribió varios libros de sus memorias, del que destacaría Pasos de mi camino. También escribió centenares de reseñas de libros, especialmente de Historia y biografías de personas ilustres, a las que era muy aficionado.
Madridista hasta la médula, durante años fue socio del Madrid con sus hijos varones, José Javier, Óscar y Justo, y no se perdía un partido en el campo.
Justo era abulense de origen por sus padres y regresó cada año al pueblo que los vio nacer, El Barraco, con su mujer. Juntos rehabilitaron la casa centenaria de los Maqueda, que siempre tenía las puertas abiertas para la familia y los amigos.
Aparte de la casa, también rehabilitó la memoria de su abuelo, Longinos Maqueda, que fue prisionero político en el franquismo y a quien le prohibieron el ejercicio de su profesión de veterinario, consiguiendo con ello una paga para su tía Daniela.
En 2008 le detectaron un linfoma y decidió tratarse en Alicante, entonces su segunda residencia, donde encontró una acogida que le hizo querer quedarse a vivir en esta ciudad, siempre acompañado por su mujer. Afrontó su enfermedad con confianza y disciplina e inasequible al desaliento, como hacía todo en la vida, pues no en vano uno de sus lemas era “hasta el muro”. Para sorpresa de su familia dijo en el momento que debutó su enfermedad, pese a los malos pronósticos, que él quería ver crecer a sus nietos. Y efectivamente lo consiguió, como todo lo que se propuso en la vida, pues vivió 14 años, hasta el pasado miércoles 7 de diciembre. El más pequeño de sus nueve nietos, Juan, empezó la Primaria este curso.
En el plano personal, Justo era un hombre de una pieza. Bondadoso, buen conversador, afable, simpático y acogedor, aunque también con un genio tremendo, que supo dominar en su madurez. Deja un vacío enorme y a todos los que lo conocieron apenados. Será enterrado en El Barraco, como era su deseo. DEP.