Autocaravana Vivir. Bayona en el país vasco-francés, las Brujas de Zugarramurdi y Elizondo en el valle del Baztán.

Noche fría bajo el abrigo y la imagen de unos poderosos Pirineos que nunca había contemplado desde el lado francés. Paseo matinal de agradecimiento a quien cobijo me ofreció y camino hacia esa Bayona que afecta mi memoria, sin saber bien porque y desde hace demasiados años. Siempre me sedujo ese imán vasco que, en mi subconsciente, se apodera de lo que nunca fue suyo… o sí. Bayona me recibe con el cielo encapotado, estampa perfecta para realzar mi ensoñación. Lugar señorial que une la historia de un envidiable empuje vasco y el emblema de quien aquello preside, el francés. Una simbiosis que no deja de sorprenderme y a la que conforme visito más respeto, creándome cierta envidia. Un casco antiguo, presidido por su poderosa e infinita catedral, que merece la visita de cualquier que disponga de esa oportunidad. Trabajo concluido y superadas mis furtivas imágenes de un lugar que durante demasiado tiempo sirvió de zulo para quien el mal de España, que es solo una y por muchos más siglos, quiso durante demasiados años.
Autocaravana Vivir ruge conmigo. Todo nos gusta, pero amamos la soledad de la noche, el cielo estrellado, y si es junto a un lugar misterioso, miel sobre hojuelas. Zugarramurdi, pueblo de brujas y leyendas, nos espera. Había estado ya, pero nunca durmiendo junto a sus cuevas, sus aquelarres, sus calles vacías, iluminadas con tones ocres y anaranjados, y un enorme silencio sólo interrumpido por el ladrido lejano del perro de algún caserío. Tres preciosos caballos son mi compañía en esta gélida noche de montaña, ya en España, aunque tan cerca de la frontera que el roming no me abandona.
¿Por qué no volver a recorrer la gran cueva, origen de leyendas que a este precioso pueblo otorgan su fama?. Es tan impresionante que es lo primero que hice al amanecer, recordando que la Inquisición hizo aquí tanto daño hace 4 siglos como fama le dio al lugar, raptando, juzgando de manera injusta y quemando en la hoguera a unas mujeres a las que se consideró brujas, que siéndolos, en absoluta eran ni malvadas ni perversas, truculentas formas de trascender la historia de manera injusta. Álex de la Iglesia dio vida a “Las Brujas de Zugarramurdi”, una gran película española que situó en el mapa del turismo a esta bella localidad del norte de Navarra, justo donde termina el Valle del Baztán y empieza el territorio galo.
Ese era nuestro próximo destino, dando solución a otra de las excusas que de inicio forman parte del subconsciente de un viaje que al final sale siempre mejor de lo previsto. Hace un par de semanas me hice con la trilogía del Baztán, las tres novelas escritas por Dolores Redondo que situaron hace diez años todo este valle en el mapa del turismo y de la intriga, terminando la noche anterior el primero de los libros. Elizondo era por tanto parada obligada. Esa es la magia de la buena literatura. Un pueblo que podría pasar como uno más de los muchos que hay por estas lindes, se convierte en un escenario que todos quieren visitar. Un juego de calles y rutas que me ha entretenido durante horas recorriendo las calles, casas, comercios, iglesias e incluso el cementerio, que son principales protagonistas de la novela en la que la inspectora Amaia Salazar resuelve, no sin 500 páginas de perfecta intriga, unos salvajes crímenes que suceden en su pueblo natal. Acabo de empezar a leer el segundo de los libros y promete tanto como el primero…
Culo inquieto con alma de baúl de la Piquer, prosigo el camino sin descanso, decidido a pasar visita a quien más lo merece, mi amiga Rosi de Pradejón, que hace dos días enterró a su marido, mi inolvidable Carmelo. No he llegado, me acabo de parar en Torres del Río, el albergue Templario La Pata de Oca, cuarta visita en seis meses, donde mi hermano Iván también me espera. Mañana cumpliré mi promesa. Mientras tanto diseño ya el viaje que empezará el próximo viernes 11 junto a mi media naranja, la gran Verónica, rumbo a Castilla y León, esa inmensa comunidad que vamos conociendo por cachitos. Estate atento porque te los iré contando y enseñando.