Apunten, disparen, fuego…

Leopoldo Bernabeu

Escuché todo lo que pude sobre el debate mantenido en el Senado ayer entre los todavía presidente y líder de la oposición. Me hubiera gustado tener tiempo para más, aunque sea ese quizás el primer capítulo a destacar en un resumen que no sé muy bien ni por donde empezar, todavía quedamos algunos en este país que sí trabajamos y no vivimos de la subvención o el cheque regalo, almas con sobrado tiempo para estar varias horas de una tarde laborable escuchando, aunque sea estupefactos, este debate de patio de colegios que ni en verano vemos en corralas de comedias.

Me esforcé en escuchar algo más en los resúmenes nocturnos de varias emisoras y repasar temprano lo que decían los medios escritos. Nada nuevo bajo el sol, quizás un puntito más de estupor en ese porcentaje de terror que crece a diario entre unos ciudadanos que se debaten entre el pasotismo absoluto hacia la clase política y los que se aferran al milagro de observar deseando ver un rayo de sensatez entre tanta tiniebla.

La actitud de los primeros es comprensible a la vez que delictiva, pues no querer saber nada sobre las actuaciones que este colectivo de analfabetos agarrados al poder como el molusco a la roca, es seguir regalándoles un cheque en blanco para que sigan haciendo lo que les venga en gana con el resultado que por desgracia conocemos. El problema de los segundos es que tanta observancia, les conduce de cabeza al cadalso de unos sentimientos que pueden terminar por agudizar el infarto de miocardio.

Partiendo de la base de que Pedro Sánchez tiene claro hacia donde se dirige su futuro, algo que sólo él sabe, y no es precisamente a seguir dirigiendo el país desde la Moncloa dentro de 14 meses, decidió hace ya unas semanas, justo a la vuelta de sus vacaciones en Lanzarote, que de perdidos al río. Llenó su zurrón de insultos hacia los que dan trabajo y decidió que ya ni siquiera comenta sus ocurrencias a su consejo de ministros. Y con estas estamos desde entonces, desplegando ayer un extenso muestrario de ambas decisiones.

Menospreciar la labor de jueces, periodistas, empresarios y oposición es el perfecto titular que resume lo vomitado ayer por un líder político derrotado, en fuera de juego, superado y desnortado, conjunto de adjetivos que llevan a confirmar que los españoles estamos en manos de un señor que debería estar en tratamiento psicológico en vez de a los mandos de una nave con 47 millones de pasajeros.

Sin haber limpiado el arma, haberla amartillado y ni siquiera preocuparse por saber si tenía balas, se dedicó Sánchez durante dos horas a disparar a todo aquel que no le baila el caldo, haciendo gala de lo que en verdad es, un pequeño dictador travestido en guaperas del siglo XXI que se hace pasar por demócrata, convencido que con eso es suficiente para seguir manteniendo su vitola de gran gestor en un país que se debate, llegado ya el otoño, entre cerrar el negocio, bajar la persiana de la industria, volver a poner en marcha un ere o pegarse un tiro en el pie y pedir la baja. Es tal la desesperación de cientos de miles de pequeños empresarios y familias que no llegan, que produce náuseas escuchar a este vende pilas hablar sobre lo bien que va un país como España que por supuesto “va a seguir creciendo”. 

Habiendo confirmado que la mayoría de los invitados ¿escogidos al azar? del pasado lunes en la Moncloa son cargos del Psoe, con nómina en ayuntamientos de media España, además de certificar que nuestro querido presidente contestaba, folio escrito en mano, a preguntas que decía desconocer, lo que más pánico me dio sobre lo que lo escuchado ayer es que este invierno “no habrá restricciones ni apagones”. De inmediato engrosé las filas de quienes se han interesado por el precio de la leña. Conociendo el extenso e inagotable currículums de mentiras exhibidas en estos cinco años, me temo lo peor.

Hubo tres momentos memorables en las dos horas que dedicó a decirle de todo al líder de la oposición, prometer lo que no va a pasar en nuestro país y sacarse de la chistera nuevas promesas que ya se habían ofrecido por parte de otros días antes. Déjame que utilice este momento para recordarte que, de nuevo, Pedro Sánchez vuelve actuar así porque es un convencido que se dirige a una población analfabeta que ni ve, ni lee, ni escucha.

A la promesa de que no tendremos restricciones ni apagones, se le unieron otros dos momentos memorables. El primero cuando promete una excepción en los costes del gas para las industrias de cogeneración, que son muchas en España. El mismo anuncio y, atención, con las mismas palabras, lo había anunciado Núñez Feijóo la mañana de antes en un desayuno de trabajo. Ahí tienes ambos audios para comprobarlo.

El tercero y definitivo es cuando llama insolvente, persona de mala fe, chamán y curandero al de la bancada de enfrente, de igual manera que si se estuviera reflejando en un espejo que tuviera enfrente. Nadie mejor que él mismo para autodefinir lo que ha sido su paso por el gobierno de España. Una insolvencia descomunal, una mala fe infinita y unas formas de dirigirse a los gobernados como no mejoraría un chamán o cualquier curandero de barrio. Puso la guinda del pastel al despotricar que su oponente estaba en su cargo porque así lo habían decidido oscuros poderes. Hay que tenerlos muy bien puestos, haber perdido el escaso sentido común que pudiera quedarle y tener rematadamente claro que su gestión se ha acabado, además de un sideral desprecio por los valores democráticos. Nadie, ni siquiera su propio gabinete, puede haberse sentido cómodo escuchando semejantes burradas.

La valentía con la que este imberbe de la política afrontó en 2016 la deplorable forma que tuvieron sus varones de expulsarle del cargo, para terminar consiguiendo que fueran las bases quienes le dieran una segunda oportunidad, me hizo creer que estábamos ante un valiente líder político y así lo afirmé entonces. Hoy certifico que sólo estábamos ante un animal herido que buscaba venganza contra los suyos hasta que la consiguió. Nada más. 

Pasados cinco años desde que se alzó con el poder de la manera más deshonrosa posible, una moción de censura que ni siquiera estaba basada en hechos reales, además de la interminable lista de mentiras y barrabasadas puestas en marcha para seguir ahí, certifica en primer lugar, que somos una sociedad inmadura, con un gran déficit cultural y demasiado acomodada. Es inaudito que sigan habiendo españoles dispuestos a votar a un señor que ha mentido en todo, que intenta cada día dinamitar las estructuras de un estado que tanto nos ha costado construir y que no tiene más objetivo que asegurar su propio futuro. 

Habrá quien no lo vea así, de la misma manera que había quien creía que Zapatero era un mesías. Todavía estamos pagando las incongruencias de aquel contador de nubes, al tiempo que le dimos estatus vitalicio para seguir aupando a dictadores que esquilman la ilusión y la esperanza de millones de personas. Con Pedro Sánchez vamos incluso por peor camino, porque aquel era tonto, pero este no.

Nos quedan meses para seguir Disfrutando de lo votado.