23J: el ‘voto eficaz’ y las dudas sobre la derogación del sanchismo

Por Alfonso Merlos, Presidente del Grupo "El Mundo Financiero"

Derogar el sanchismo, expresión e intención tantas veces manifestada por dirigentes del Partido Popular con engolados ademanes, en modo alguno equivale a ganarle las elecciones al candidato del PSOE: ni siquiera ese triunfo (una primera piedra de la nueva casa) garantiza la demolición de la arquitectura y los experimentos socialcomunistas de los últimos cuatro años. Es aquí precisamente donde surge la duda, a los votantes del centro a la derecha, no sólo sobre la inclinación de su voto este 23J sino -más profunda y estratégica- la inquietud sobre el uso que, especialmente Feijóo si la recibe, dará a esa papeleta en la legislatura que pronto arrancará; esto, si España no se sume en el bloqueo para la conformación de un nuevo gobierno, hipótesis nada desdeñable dado el actual estado de cosas.

Es prácticamente indiscutible que si el gallego hubiese enumerado, de la A a la Z, del cero al infinito, todas y cada una de las leyes que se dispone inmediatamente a derribar (no a modificar ni a alterar: a derribar), sus expectativas rozarían la mayoría absoluta y, correlativamente, habrían llevado claramente a la baja las de Vox. Pero no ha sido así. No porque no sea el estilo del gallego sino porque no cree en eso.

Serán más o menos asientos cuando concluya el conteo, pero el PP comparece en el día de hoy a las urnas conformándose con 155 diputados en el Congreso, válidos para -a su atrevido juicio y entender- gobernar en solitario, sin presiones ni lastres del partido de Abascal, con el que no sólo se siente profundamente incómodo sino al que considera -dicho sin ambages- un socio poco fiable.

Es una conclusión probablemente manida pero no deja de ser la más certera en los segundos actuales: España se la juega. No cabe sino la alternativa. No hay sitio para la alternancia o el turnismo. El cambio de rumbo es un imperativo para los que creen aún (quizá la mayoría) en el verdadero progreso y en la creación de riqueza y prosperidad que merece este país, en las posibilidades de andar esa senda.

Es una verdadera lástima que, aún en estas circunstancias, centenares de miles (si no millones) de españoles liberales y conservadores guarden para sí un serio interrogante sobre lo que el partido ganador hará con su sufragio. Génova pierde la ocasión de una victoria dulce, a placer, consistente y apertura de un tiempo nuevo.

Pero no es momento de lamentos o resignaciones, aunque pueda parecerlo: con estos bueyes habrá que arar a partir de mañana. Y hay mucha tierra yerma por delante.